Despatologizando diferencias: en la clínica y las aulas
En conjunto con Forum Infancias
Presentación
Modalidad a distancia
Este curso se presenta en momentos de tensión entre diversos paradigmas. Por una parte, la impregnación tecnocrática en salud y educación que conduce a priorizar la etiqueta diagnóstica por sobre la escucha, y el agrupamiento clasificatorio por encima de la comprensión de la singularidad.
Por otra parte, en la actualidad, teniendo en cuenta el contexto de Pandemia a nivel global, se han potenciado las diferencias y desigualdades que desde nuestros orígenes históricos afectan y determinan la vida de nuestras infancias y adolescencias.
Todo ello nos pone ante la necesidad de repensar los padecimientos en la circunstancia particular de la expansión de las infecciones virales y las medidas para combatirla, así como la virtualización de los vínculos, la construcción de un imaginario social que identifica toda demostración afectiva que se exprese corporalmente, como un peligro y a quien la promueve como un potencial enemigo, todo ello produciendo efectos psíquicos innegables sobre todo en niños y niñas que se están constituyendo subjetivamente en este contexto inédito.
Entonces se confronta el pensar el sufrimiento subjetivo por fuera de los lenguajes tecnocráticos con la tendencia a absolutizar las influencias genéticas o neurobiológicas por encima de un análisis que abarque la multidimensionalidad de las determinaciones que hacen al plano físico, social y subjetivo.
Ante intervenciones empobrecedoras que priorizan la aplicación de estrategias de modificación de conductas, de repetición de fórmulas enfocadas individualmente, por sobre otras más abarcativas que son las que este curso pretende promover y potenciar, intervenciones que involucren los planos institucionales, la reflexión acerca del porqué de los padecimientos que se ponen de manifiesto en el ámbito escolar y que pudieran hacer de los establecimientos educativos sitios de alojamiento de las diferencias, nuestro curso se propone también hacer de la intersección entre educación y clínica un espacio de despliegue potenciador de las singularidades que van siendo siempre con otros, en un contexto histórico-político que las atraviesa.
Pese a que la pandemia nos ha hecho considerar de manera aún más profunda el impacto de lo contextual y situacional en nuestra subjetividad actual y la de los y las chicas y los y las jóvenes de hoy, sus padres y docentes, las dificultades y los síntomas que despliegan niños, niñas y adolescentes en la actualidad corren un mayor riesgo aun de ser considerados desde una perspectiva predominantemente biológico y genética.
Así hay quienes rápidamente se ocuparon de cuantificar trastornos y depresiones con los instrumentos algo gastados de los manuales clasificatorios (DSM o CIE). Esta tendencia conduce a un incremento de esas clasificaciones en las cuales las diferencias se encuentran patologizadas y encasilladas. La desatención, la impulsividad o la hiperactividad se presentan únicamente como sinónimos de Trastorno por Déficit de Atención (TDA-H, la sigla en español, ADD-H en inglés), las conductas atípicas son indiscriminadamente agrupadas como Trastornos del espectro Autista (TEA), la oposición y rebeldía como Trastorno oposicionista desafiante (TOD), los cambios de humor son Trastorno Bipolar Infantil (TBI), y la mayoría de los problemas en los procesos de enseñanza-aprendizaje son clasificados como Dislexia. Incluso en pandemia se ha reflotado el absurdo “Síndrome de la Cabaña”, que dicen afecta especialmente a niños/as y adolescentes, por el cual quien tenga temor a salir de su casa en estos tiempos, es porque padece un síndrome que hace que prefiera “quedar encerrado” en su hábitat conocido. Cada vez estamos más convencidos que no se trata de crear nuevos casilleros, sino de promover una reflexión más vasta sobre las infancias que pueblan nuestro desigual territorio, y cuestionarnos sobre quiénes son estos niños de hoy, que no arman configuraciones estables que les permitan apropiarse creativamente de los signos que los invaden. Se trata de devolver a estos síntomas de época el espesor y la lógica evitando un aplanamiento biologizante, causalista, supresor y reeducativo enmarcándolos en el tiempo histórico y las modalidades vinculares actuales.
Esta tendencia lleva a reducir las prácticas sociales complejas como criar, educar, diagnosticar y curar a procedimientos técnicos. Ya no nos interrogamos por el sufrimiento de un niño, no pensamos en un quién sufre sino en un cómo se elimina el malestar y muchas veces la propia subjetividad de quien está padeciendo. Esta desensibilización lleva a etiquetar y hallar siglas que son pobres nombres para problemas de época que estallan en las aulas, la clínica y los hogares. Siglas que nombran síndromes que se desentienden de los nuevos rasgos de los/as niños/as de hoy, de lo movedizo del piso en el que pretenden afirmarse padres y maestros, de los cambios en la cultura, la temporalidad, de los encantos del consumo y la desorientación de las escuelas.
Cuando características como la tristeza, la inquietud infantil, la timidez, la rebeldía adolescente, que son inherentes a lo humano se transforman en patología, nos encontramos ante un proceso de patologización de la vida. Esto involucra siempre una modalidad de saber que es solidaria de un ejercicio del poder.
Nuestra propuesta para este curso fue concebida como un entramado complejo y construida en la argamasa de tejidos compuestos por hebras provenientes de diversos países, disciplinas, de diferentes profesionales con formaciones muy disímiles, pero con fuertes puntos éticos comunes, con interrogantes que nos atraviesan y que esperan hallar respuestas novedosas en los múltiples espacios de construcción y encuentro que promueve esta invitación.
Al finalizar el posgrado esperamos que los cursantes hayan podido poner en cuestión la certeza de esos mal llamados diagnósticos (clasificaciones en verdad), habiendo restituido el lugar de la palabra, el gesto o el juego como vehiculizadores del sufrimiento y también del alivio. Si un nombre designa y muchas veces signa, cual destino, a un niño, nuestro recorrido les propone que resignemos juntos, sin resignarnos. Si eso ocurre durante las semanas en que trabajaremos juntos, nos daremos por muy satisfechos.