“Méritos individuales o estructura social: ¿qué pesa más en mi destino personal?”

Luis Alberto Quevedo Nota de opinión.
Por
Luis Alberto Quevedo, investigador del IICSAL (FLACSO-CONICET) y del Área Comunicación y Cultura de FLACSO Argentina, desde donde dirige cursos de posgrado en gestión y política en comunicación.
Publicada el 4 de agosto de 2025.

En la Argentina de hoy vivimos una reconfiguración ideológica y de valores que ha puesto en cuestión las matrices interpretativas que utilizábamos hasta el presente para comprender el posicionamiento de los y las ciudadanas en cuanto a sus preferencias electorales. Pero también –y muy especialmente– en las formas en que piensan, actúan e imaginan sus destinos personales y su suerte en la sociedad. Uno de los aspectos centrales en esta nueva constelación de valores se relaciona con una abierta disputa entre dos formas de interpretar el éxito o el fracaso en las trayectorias y destinos de vida (laborales, profesionales, económicas y sociales) de cada persona.

En este terreno, compiten permanentemente diversas matrices interpretativas sobre los motivos del éxito o el fracaso, tanto en los imaginarios sociales que predominan en una sociedad como en las convicciones individuales. Por ello, existe lo que podríamos llamar una “disputa de razones” que lleva a preguntarse por qué las personas pueden lograr (o no) un ascenso en la escala social o, más dramáticamente, un descenso respecto del punto de partida que les ofrecieron sus padres o las generaciones anteriores. En nuestro país (y también más allá), se enfrentan de distintas maneras dos perspectivas que actúan como tipos ideales: una visión individualista y meritocrática (que pone el acento en las capacidades y destrezas que cada individuo es capaz de desarrollar para forjar su destino), frente a otra perspectiva que podríamos denominar societal y contextual, que atribuye el destino personal a las diferencias sociales y de oportunidades presentes desde el origen.

Junto a Ignacio Ramírez, y en el marco del Área de Comunicación y Cultura de FLACSO Argentina, hemos desarrollado en los últimos doce años un estudio sobre la cultura política de los argentinos, con el propósito de indagar en las creencias, valores e imaginarios en los que se forjan, circulan y transforman las ideas de las personas sobre distintos tópicos vinculados a la política y también a las convicciones con las que enfrentan sus desafíos cotidianos. El tema de la movilidad social (ascendente o descendente) de los y las ciudadanas en el marco de nuestra sociedad es uno de ellos: ¿por qué tenemos éxito en nuestras vidas o a qué atribuimos las frustraciones y el fracaso personal?

Algunos datos del estudio de 2024 muestran que la mayoría de los argentinos adhieren a una visión meritocrática del éxito, y minoritariamente atribuyen su posición social a las condiciones históricas que les ha tocado vivir. A la hora de “explicar” los factores que determinan el éxito económico de una persona, un 56 % se inclina por el “mérito individual”, mientras que un 40 % opta por una explicación centrada en las “condiciones sociales” y las oportunidades. Este desnivel registrado ilumina el fuerte arraigo de la narrativa del esfuerzo personal y la autosuperación dentro del imaginario colectivo.

El estudio evidencia un predominio de esta visión individualista y meritocrática que resulta congruente con la transformación ideológica más amplia observada en la sociedad argentina en los últimos años y que se vincula con otras valoraciones que el estudio también contiene. De este modo, la investigación muestra que, en éste y en otros campos de las creencias e imaginarios sociales, los motivos “estructurales” son débiles para definir el destino de las personas. Los indicadores que venimos analizando no constituyen dimensiones independientes, y los resultados convergentes no son casuales: se trata de una nueva constelación ideológica en la que la progresiva erosión del consenso estatista, el alejamiento de las ideas “societalistas” y el crecimiento de perspectivas más afines al liberalismo económico han fortalecido la creencia de que el éxito personal depende, en mayor medida, de la voluntad de cada individuo antes que de las estructuras económicas y sociales en las que se desenvuelven nuestras vidas. Así, no es la cuna (el lugar de nacimiento, la formación que cada uno y cada una recibe en la familia ni el capital cultural y económico de los padres) lo que incide de manera determinante para marcar nuestro destino de éxito o fracaso en la vida.

Ahora bien, los promedios, datos agregados o globales tienden a opacar los desacuerdos y diferencias que existen al interior de los distintos segmentos que componen la sociedad argentina. Sin embargo, analizando los datos más de cerca, se observan diferencias significativas que reflejan la geografía social donde se funda la matriz meritocrática que hoy predomina. Los varones tienden a inclinarse más por el mérito individual, mientras que entre las mujeres hay una mayor proporción que considera que las condiciones sociales juegan un papel determinante en el éxito (62% de los varones y 49% de las mujeres creen en los méritos centrados en las personas). Por otra parte, los jóvenes (16-30 años) constituyen el grupo etario más afín a la meritocracia (64% cree en ella), mientras que los mayores de 51 años, aún activos en el mercado laboral, muestran una visión más equilibrada entre mérito y estructura: 54 % cree en el mérito y 46 % en los motivos sociales.

Un dato especialmente interesante, y en cierto sentido “contraintuitivo”, es que la creencia en el mérito es más fuerte entre quienes poseen niveles educativos más bajos, mientras que los sectores medios y medios-altos son más propensos a reconocer la influencia de las condiciones sociales en el éxito económico. Aquí los datos son contundentes: el 75% de quienes se ubican en los niveles socioeconómicos más bajos creen en el mérito personal más que en sus condicionantes sociales mientras que solo el 54% de los que pertenecen a los sectores altos creen que el mérito del éxito fue solo de ellos. Finalmente, se observa una clara correlación entre la orientación política y la percepción del éxito: los votantes de La Libertad Avanza (LLA) tienden a adherir mayoritariamente a la meritocracia (84%), mientras que entre los votantes de Unión por la Patria (UP) se registra un mayor reconocimiento de los factores estructurales: el 71% cree que nuestro destino laboral, económico o de prestigio social está asociado a las condiciones sociales en las que cada uno ha nacido.

Estas diferencias reflejan que el oleaje ideológico epocal que venimos retratando no se distribuye de manera homogénea en la sociedad argentina, sino que está asociado, en gran medida, con la posición social, la experiencia generacional y las preferencias electorales de los individuos. Si bien el mérito y el esfuerzo individual son valores fundamentales en cualquier sociedad, reducir el éxito exclusivamente a una cuestión personal invisibiliza los obstáculos estructurales que enfrentan amplios sectores de la población. Esta inclinación cultural debilita las posibilidades de legitimidad que pueden suscitar las políticas públicas orientadas a la justicia social.

En este sentido, el avance de la meritocracia en la cultura política argentina plantea interrogantes sobre el futuro del contrato social y sobre el equilibrio entre los principios de igualdad y libertad que han definido históricamente a las democracias modernas. Autores como François Dubet y Michael Sandel han advertido sobre los riesgos de una concepción extrema de la meritocracia. Dubet sostiene que la idea de que todos tienen las mismas oportunidades y que el éxito depende exclusivamente del esfuerzo individual oculta las desigualdades estructurales y naturaliza la injusticia social. En el mismo sentido, Sandel critica la “tiranía del mérito” al señalar que el énfasis en la autosuperación personal puede generar una sociedad más fragmentada, en la que los ganadores del sistema económico se atribuyen todo el mérito de su éxito y deslegitiman las demandas de quienes quedan rezagados.