Afrodescendientes y desigualdades educativas ante los nuevos formatos del auladigital

Por Anny Ocoró Loango, investigadora del Programa Educación, Conocimiento y Sociedad (ECyS) del Área Eduación. Doctora en Ciencias Sociales y Master en Ciencias Sociales con Orientación en Educación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales de FLACSO Argentina.
Publicado en https://www.ecys.flacso.org.ar el 18 de junio 2020.

Fotografía: Mar Diaz

La pandemia del COVID-19 ha generado muchas transformaciones. No sabemos si serán transitorias o si, por el contrario, llegaron para quedarse. Estamos ante una crisis que tiene, y tendrá, consecuencias sanitarias, económicas y sociales de gran magnitud.

En varios países de América Latina, la pandemia también está revelando la debilidad de los Estados para atender, en forma equitativa a sus poblaciones, en especial a los grupos sociales más vulnerables. Sus efectos comienzan a sentirse con mucha fuerza en los países cuyos gobiernos han priorizado los intereses de los sectores económicos concentrados por encima de la salud y el bienestar de su población.

América Latina continúa siendo la región más desigual del mundo (PNUD, 2019) y esto tiene implicancias en el impacto de la pandemia, sobre todo para los/as que menos tienen. La consigna “quédate en casa” no significa lo mismo para toda la sociedad. Para los sectores más desposeídos que sufren desigualdades económicas y, en muchos casos, hacinamiento la situación es mucho más dramática. Esta es la realidad de gran parte de la población negra y de los/as migrantes africanos/as en la región.

El impacto de la pandemia también debe ser analizado en perspectiva interseccional. La clase, el género, la “raza” y las cuestiones territoriales, son dimensiones que, analizadas en forma conjunta, simultanea, e interrelacionada, permiten ver cómo las poblaciones afrodescendientes e indígenas están realmente desprotegidas frente a la pandemia. La grave situación que está viviendo Estados Unidos es bastante ilustrativa. Las desventajas históricas producidas por el racismo, dejan a esta población desprotegida ante un sistema de salud privatizado y cada vez más lejano de una mirada humanitaria. Esto debería llamar al silencio a quienes pretenden instalar criterios genéticos para analizar un problema claramente estructural.

Afrodescendientes y desigualdades educativas en tiempos de COVID

Los niños/as indígenas y afrodescendientes no sólo ingresan más tarde al sistema educativo, sino que también tienen dificultades para permanecer en él. Esta situación es más preocupante en el caso de los/as adolescentes afrodescendientes, cuyos niveles de deserción son altos en casi todos los países de la región. En el acceso a la educación superior también existen importantes brechas. Es así que “las probabilidades de que un graduado del nivel medio continúe estudios superiores es en forma persistente más baja entre la población indígena y afrodescendiente” (SITEAL 2012, p. 18). El Banco Mundial (2018), también ha señalado que, en la mayoría de los países de la región, la población afrodescendiente presenta niveles más bajos de escolaridad que otros grupos y, que estas desigualdades, son mucho más pronunciadas en las escuelas primarias de áreas rurales.

El COVID19 no sólo está desafiando el formato escolar tradicional, sino que también está dejando al desnudo las desigualdades educativas y las inequidades estructurales que existen en la región. El aula escolar hoy acontece a través de dispositivos tecnológicos, a los que no todos tienen acceso. Frente a los nuevos formatos digitales, las respuestas de los/as estudiantes son diferentes y no todos/as logran sostener el vínculo pedagógico de la misma manera. Pensemos, por ejemplo, en las profundas barreras y desigualdades territoriales, culturales y digitales que existen en la región. Muchos estudiantes no tienen conexión a internet, especialmente en zonas rurales. Además, muchas veces, no cuentan en sus hogares con un espacio habilitado, ni con trayectorias familiares o capitales culturales que les ayuden a sostener estos nuevos formatos escolares. Teniendo en cuenta que la pobreza rural es mucho mayor que la urbana, y que cerca de la mitad de la población indígena y afrodescendiente habita en zonas rurales (FAO, 2019), el contexto actual profundiza las desigualdades educativas existentes en las poblaciones afrodescendientes. Esta coyuntura acentúa las históricas desventajas estructurales que afectan a las poblaciones afrodescendientes, tan castigadas por el racismo estructural; el mismo que desde hace largo tiempo convive en nuestras sociedades.

En esta pandemia también podemos ver cómo el pensamiento colonial y racista aún pervive y se manifiesta. Hace algunas semanas, dos médicos del Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica (INSERM) de Francia proponían hacer pruebas de posibles vacunas para el COVID-19 en países africanos. Esta idea no es nueva. Los países africanos han sido utilizados en forma infame por las potencias coloniales, para experimentar con fármacos y tratamientos. Lo que sorprende es la liviandad con la que esto se propone hoy, asumiendo que los pueblos africanos son poblaciones residuales sobre las que se puede experimentar para que otros puedan vivir. ¿Cómo es posible que este tipo de posturas se sustenten públicamente en el siglo XXI? Se trata de la vieja receta biopolítica de hacer morir a unos para que otros vivan. La vieja receta que ahora, como bien ha planteado Mbembe (2011), despliega y esparce su necropolítica, su política de muerte sobre las poblaciones negras.

Hechos como este nos muestran lo urgente que es que la historia de África, cuna de la humanidad, forme parte del conocimiento común de las personas. Es fundamental conocer, valorizar y divulgar la historia de los pueblos africanos, que es muy anterior a la infame dominación esclavista y colonial que tantos beneficios trajo a los europeos. Para lograr esto, es imprescindible que la escuela sea capaz de avanzar hacía un currículo justo e inclusivo que tenga en cuenta los aportes de los pueblos africanos y de su diáspora a la historia de la humanidad. Es fundamental que, desde el currículo, se pueda contribuir a que los/as estudiantes procesen críticamente las relaciones coloniales e imperiales, y que deconstruyan la imagen deshumanizada, estereotipada y eurocentrada que existe sobre los pueblos africanos y su diáspora global.

Finalmente, nos preguntamos en qué medida el nuevo formato educativo del aula digital privilegiará algunos contenidos por sobre otros, agudizando aún más la escasa presencia de la perspectiva étnico-racial en nuestro currículo educativo. Recordemos que la inequidad educativa que viven estas poblaciones también se manifiesta en la falta de inclusión de su historia y sus epistemologías en los planes curriculares. Históricamente el currículo reafirmó visiones eurocéntricas, y ha estado marcado por la matriz colonial, racista y patriarcal que ha mantenido en la subalternidad la historia de las poblaciones indígenas y afrodescendientes. Esto pone de manifiesto la necesidad de no desatender en el marco de esta crisis, las políticas educativas que garanticen la inclusión de los contenidos afrodiaspóricos en los nuevos formatos educativos digitalizados, que hoy han ganado protagonismo en nuestras sociedades. Entendemos que hacerlo es parte del derecho a la producción de saberes diversos que reflejen la pluralidad social y cultural de nuestras sociedades y que contribuyan a un mundo más justo e igualitario.