Aulas híbridas en pandemia. Implicancias y desafíos

Este mes, el Ministerio de Educación de la Nación Argentina presentó el Plan de Virtualización de la Educación Superior II (PlanVES II), una iniciativa de la Secretaría de Políticas Universitarias para proveer a las instituciones universitarias de recursos que posibiliten fortalecer los espacios de formación presencial y virtual y el desarrollo de las denominadas aulas híbridas. La novedad del plan y su alcance invitan a reflexionar sobre cómo se están pensando no solo la educación a distancia sino las labores docentes, los roles de las/os estudiantes y las vinculaciones e interacciones propias del ámbito educativo en la actualidad.

El alcance en torno a la concepción de las aulas híbridas habilita interpretaciones variadas pero Fabio Tarasow, coordinador general y académico del Proyecto Educación y Nuevas Tecnologías (PENT) de la FLACSO Argentina cree que se puede pensar en una “educación híbrida como aquella que intercala situaciones presenciales con situaciones en línea, donde busca potenciar un aspecto u otro, aquello que puede desarrollarse en uno u otro espacio, considerando los aspectos didácticos. Pero también por la necesidad de migraciones forzadas, por los cierres intermitentes de los espacios físicos que obligan a docentes y alumnos a transcurrir de un espacio a otro. Una buena educación híbrida lo que logra hacer es que estos espacios sean continuos sin fragmentaciones ni compartimentación, que se pueda pasar fácilmente de un espacio a otro sea por fundamentaciones didácticas o sanitarias”, explica. En este sentido, Grisel El Jaber, coordinadora del Programa Educación a Distancia (PED) de la FLACSO Argentina dice que “el aula híbrida retoma una concepción pedagógica ya utilizada desde las salas de informática a fines de los 2000, pero las expande a otros mundos, temporalidades y espacios posibles con la conectividad” y agrega que “es una salida a la emergencia del COVID dada la imposibilidad de dictar clases en espacios presenciales seguros, en las formas de educación tradicional con espacios cerrados. En este sentido, recrean las ya viejas aulas multimediales y las aún más viejas salas de informática, aún vigentes en la mayoría de los espacios educativos de nuestro país, pero que, a diferencia del aula híbrida, nunca pudieron contar con buena conectividad o amplios equipos multidisciplinarios adecuados de manera pareja en todo el territorio”.

Para El Jaber, aún queda repensar algunas características de esta idea. “Las aulas híbridas incluyen principalmente al docente en un contexto institucional con infraestructura adecuada, replicando el mismo formato presencial que venía dictando ese mismo docente previamente. De esta manera, incluye al ya estudiante presencial que no puede trasladarse al espacio presencial institucional. Ahora la pregunta por la inclusión conlleva a la pregunta por la exclusión: ¿Todos nuestros estudiantes cuentan con el equipo y conectividad adecuada para el streaming? ¿Qué pasa con las personas con discapacidad en estos formatos?”.

Ante un contexto inestable pero además dinámico, con desafíos y reconfiguraciones constantes desde lo pedagógico y tecnológico, es necesario repasar cómo ha ido transformándose la educación a distancia en el tiempo. “En estos últimos años los cambios más importantes de la educación a distancia tienen que ver con el lado tecnológico y cómo esto permite el desarrollo de diversas y diferentes propuestas pedagógicas. Pero también con la aceptación social que tienen estas propuestas. Hay una valoración social que la percibe como una alternativa válida y de calidad. Ya no es una propuesta de segunda categoría ni como una hermana “menor” de la educación presencial. Hoy una propuesta de educación en línea es una propuesta válida y valorada en todo su derecho”, expresó Tarasow, quien junto con el equipo del PENT llevan adelante distintos seminarios y talleres en línea para profundizar en temáticas vinculadas a la docencia y las nuevas tecnologías, la investigación y el diseño de materiales didácticos, entre otros. En coincidencia con Tarasow, El Jaber explica que la educación a distancia como concepto “ha tenido distintos impactos de país en país en los dos últimos años. Por nuestra experiencia regional como organismo internacional, la hemos visto crecer en pandemia y esto permitió incorporarla como opción en aquellas instituciones que no la tenían considerada. La concepción sobre esta opción ha mutado acorde a las nuevas reglamentaciones de cada país: en algunos, por ejemplo, la han considerado históricamente como una opción de menor calidad que la presencial. También es diferente en cada país la denominación y la concepción sobre la misma. En Argentina, en particular, ya tuvo una variante conceptual desde 2017 con la resolución Nº 2641 que propuso pensarla como parte de un sistema institucional y con la posibilidad de incluir horas presenciales, siempre y cuando no superaran determinados porcentajes sobre el total de horas acreditadas. Esto ha permitido tener ciertos lineamientos claros para aquellas propuestas de formación que se acreditan por la CONEAU. Sin embargo, los límites no son tan claros en otros tipos de propuestas y menos aún con la pandemia”, explicó El Jaber, quien desde el PED encabeza diferentes proyectos pedagógicos interinstitucionales de modalidad virtual como los vinculados al Programa Atenea, ONU Mujeres, el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación, el Museo Nacional de Bellas Artes, entre otros.

Con el transcurrir de los meses, la pregunta por el retorno a la presencialidad adquiere relevancia con distintos intereses mientras sus posibles respuestas encuentran diversas variantes. “El retorno a la presencialidad de la “nueva normalidad” nos encuentra a todos muy transformados. Me parece que a todos los docentes nos tocó ponernos en un rol de aprendizaje forzado inmediato, donde tuvimos que repensar nuestra prácticas por necesidad. Incluso para nosotros, que trabajamos desde hace más de 15 años en educación en línea, la pandemia fue un desafío y un desarticulador de muchas ideas previas”, sostuvo Tarasow.

“Imagino que va a haber un período de transición y euforia de necesidad de vuelta a lo presencial que va a variar de localidad en localidad. Será un proceso que llevará tiempo y creo que estamos en plena experiencia de una transformación acelerada de los tiempos y los espacios que veremos impactados en períodos cada vez más breves pero que aún las políticas públicas no pueden acompañar con la misma intensidad y aceleración. Es decir: ¿podremos readecuar nuestras formas de trabajo? ¿Cómo consideraremos esos derechos? En las instituciones educativas, una vez hecha la inversión en infraestructura tecnológica y redes, ¿tendremos los recursos para asegurarlo en el tiempo? Estas son solo algunas de las preguntas que debemos intentar responder entre todes” reflexionó la coordinadora del PED.

Lo que además provocó este escenario pandémico son diferentes reflexiones en torno a la educación, la virtualidad, las potencialidades de las metodologías a implementar y el gran interrogante sobre un futuro. “La tecnología dejó de pensarse como una mera mediación instrumental y se volvió visible como contexto. Los vínculos sociales recrearon no sólo distancias sociales sino también nuevas cercanías. La experiencia social y cultural es inédita y es global, aunque efectivamente los grados de esa experiencia varía de país en país e inclusive en microlocalidades” concluyó El Jaber. Para Tarasow, “la educación en línea no sólo puede cubrir el aspecto democratizador de la educación a distancia, ofreciendo una propuesta de formación alejados de los centros educativos, sino que también se convierte, mediante los entornos híbridos, en un entorno para mejorar la calidad de las propuestas de formación, abriendo nuevos espacios para hacer, dialogar, intercambiar y construir conocimientos”.