El país envejece y afirman que se invierte poco en los jóvenes

Artículo publicado en el Diario Clarín, lunes 9 de junio de 2014

La ecuación, hoy, es inmejorable. Argentina tiene una proporción muy alta de población en edad de trabajar (de 20 a 64 años), y un porcentaje relativamente bajo de niños y ancianos, los dos sectores “dependientes” económicamente. Es un país joven, que aún no envejeció y en el que disminuye la cantidad de hijos por pareja. Los expertos llaman a esta situación el bono demográfico: una oportunidad única para crecer y desarrollarse, aprovechando la mayor fuerza de trabajo. El desafío para la Argentina debería ser hacerse rica antes de hacerse vieja. La cuenta regresiva indica que hay que apurarse. Y el diagnóstico actual deja más preguntas que respuestas.

Esta “oportunidad demográfica” empezó para nuestro país en 1995 y, según las proyecciones, se extenderá hasta 2040. Es decir que ya pasaron 20 años, y queda poco más de la mitad de esos “años de oro”. Según estimaciones del Banco Mundial, la cantidad de adultos mayores se duplicará en los próximos 35 años: pasarán de representar el 10,4% de la población en 2010, al 19,3% en 2050. En ese momento, Argentina enfrentará un escenario similar al que vive hoy Europa: será un país envejecido.

En su novela Diario de la guerra del cerdo , Adolfo Bioy Casares imagina una guerra entre jóvenes y ancianos. Si bien es un planteo ficcional, el futuro requiere llegar bien preparados para evitar conflictos generacionales y que el envejecimiento no resulte una carga demasiado pesada para la población activa. Para eso, sostienen los expertos, es urgente tomar medidas para aprovechar la actual estructura etaria de la población.

“El bono demográfico significa que los países de la región (no solo Argentina) tienen hoy la mayor cantidad de jóvenes de su historia. La principal medida, por lo tanto, es invertir más y mejor en ellos. Para que estudien, no abandonen la escuela, obtengan trabajos de calidad o sean emprendedores”, explica Alejo Ramírez, secretario general de la Organización Iberoamericana de Juventud. Ana Miranda, investigadora de Flacso y del Conicet, coincide: “Es clave diseñar políticas integrales para la juventud que respondan a las necesidades de cada localidad, con una visión afirmativa de los jóvenes ”.

Los expertos destacan programas como la Asignación Universal por Hijo, Conectar Igualdad y Progresar, más el aumento de la cobertura escolar, que apuntan a la inclusión educativa y laboral. Pero aunque hubo avances en estos años, los datos del INDEC señalan que en el país aún hay 750 mil jóvenes “ni-ni”, 550 mil desempleados de entre 18 y 24 años, y 1,2 millón con trabajo precario o informal.

“Si gracias a un buen proceso de inversión social, logramos incorporar masivamente a los jóvenes al mercado laboral, los sistemas de protección social se volverán más robustos y sustentables”, señala Ramírez. Y advierte: “Pero si los jóvenes de hoy no trabajan, ¿quién pagará las jubilaciones y pensiones dentro de 20 años? ¿O la salud?”.

La calidad de la educación es otro tema central. No basta con que los chicos pasen por la escuela: es necesario que aprendan mucho. Los resultados de las evaluaciones internacionales (como PISA) y las nacionales (el ONE) no son alentadores. “Se deben aplicar políticas focalizadas en mejorar los procesos de aprendizaje en las escuelas, que intervengan en los factores que son claves para el aprendizaje, como mejorar las condiciones de la docencia, el clima escolar, etc”, señala Mauricio Holz, de Unesco.

Los expertos coinciden: ahora es el momento de ahorrar para el futuro. Para Rafael Rofman, especialista del Banco Mundial y coordinador de Los años no vienen solos , un libro de próxima aparición sobre este tema, es clave “aprovechar la oportunidad para aumentar la dotación de capital de la sociedad, sea este físico (invertir en infraestructura) o humano (salud y educación) que permita no sólo mejorar las condiciones de vida de la población a corto plazo, sinoacelerar el ritmo de crecimiento de la economía en el mediano plazo”.

Pablo Comelatto, investigador del Centro de Estudios de Población (CENEP), resalta que “mantenerse cerca del pleno empleo ” es tan importante como “ invertir en la productividad de los trabajadores”. Y grafica: “ Hacerse rico significa dos cosas: acumular capital físico y capital humano, porque ambos aumentan la productividad de los futuros trabajadores, que serán los que carguen con el peso de mantener a los inactivos del futuro”.

“Los beneficios de la demografía no son automáticos”, plantea José María Fanelli, del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES). Por eso, para este economista, es urgente implementar “políticas depromoción del ahorro ”, a contramano de los altos niveles de consumo que se han registrado en los últimos años, y de ladesinversión en energía e infraestructura. Si bien el país aún está a tiempo de corregir errores y aprovechar el bono demográfico, Fanelli advierte: “En los próximos 25 años, los errores o el rezago en la implementación de políticas valen doble ”.