En este artículo nos proponemos señalar algunas de las tensiones que se producen en la selección e implementación de las estrategias y políticas utilizadas para enfrentar a la pandemia del coronavirus en la actualidad, como así también reflexionar sobre las consecuencias del aislamiento, de la incertidumbre existente y sobre el uso de las tecnologías de control. El objetivo es indagar en las posibilidades de salida de la crisis y colaborar con un debate amplio para la construcción de un nuevo orden social más igualitario, humano y solidario.

El aislamiento social es una de las claves de la estrategia para luchar contra la pandemia, en la medida que impide la propagación del virus, achata la curva de los infectados y hace más controlable la atención médica de los afectados de ir reduciéndolos paulatinamente hasta la disminución total o el encuentro de la tan ansiada vacuna. Aquí, en realidad, se producen dos posiciones antagónicas frente Al dilema del camino a tomar frente a la pandemia. La primera, consiste en lograr un equilibrio entre salud y economía, privilegiando la salud como derecho humano y buscando transformar estructuras de inequidad y redistribución regresiva y generación protección a poblaciones vulnerables. La segunda posición es la que propicia una especie de vuelta rápida a ‘la normalidad’ de los mercados, a una suerte de darwinismo natural para no afectar sus intereses concentrados. Esta segunda posición se manifiesta también en gobiernos y líderes regionales como los de Bolsonaro, Piñeira y Lenin Moreno en sus respectivos países de la región, y aún en el centro, como es el caso del Presidente Donald Trump y del Primer Ministro Johnson en el momento inicial de la pandemia.

En ese contexto, el resultado desastroso en muertes y enfermedades que arroja esta pandemia sin precedentes no es natural. En parte es producto de una economía política preexistente, más centrada en extraer el máximo valor de los procesos económicos en lugar de invertir en fortalecer los sistemas para el futuro. Más vinculada a extraer el máximo valor a la naturaleza sin atender a sus consecuencias. Más asociada a especular, endeudar y fugar que a invertir los sectores públicos de la salud, educación y ciencia. Esa genero desastrosas situaciones de los sistemas de salud,  pero lo que se observa con ser ello importante, que lo decisivo para que no exista un elevado número de muertos y enfermos, es cuál es la decisión política que se adopte y el momento que se lo haga. Es decir, si se adopta, o no, una decisión firme en favor de la salud y de poner todos los recursos existentes del Estado para ello y hacerlo en un tiempo oportuno. Esta es la clave principal. E incluso ello se resalta por todas las presiones recibidas cuando se toma la decisión de privilegiar el derecho a la salud, presiones de poderes para los cuales lo importante es no cerrar la economía, “no importando el número de muertos que pueda ocurrir”  como señalo, o adoptar posiciones anti-cuarentena frente, “a lo que parece una gripecita” en palabras de Trump; o la aceptación naturalizada de mandatarios “de que algunos necesariamente van a morir para que la mayoría viva mejor” como diría Jhonson. Y, a pesar del hecho de que algunos países, en su mayoría más ricos, han lanzado paquetes de estímulo fiscal y protección social nunca antes vistos e invertido ad hoc en infraestructura de salud y medidas de protección, lo hicieron tarde, como sucedió con la mayoría de los países de la Unión Europea y de los Estados Unidos. Asimismo, hacia futuro sin cambios estructurales a largo plazo, sin modificar el modelo de capitalismo financiero especulativo,  por otro más equitativos y con seguros sociales, las capas más profundas de injusticia y de la desigualdad permanecerán, y nuestro sistema global continuará siendo vulnerable a tales choques, ya sean epidémicos, económicos, ambientales, sociales y/o migratorios.

Cabe señalar como segunda tensión, la profunda incertidumbre sobre lo que vendrá, tanto individual como colectiva,  y que sería la condición natural de esta transición en que está actualmente el mundo, que es dinámica,  y extrema tanto en su complejidad como interdependencia. Porque une el choque de placas tectónicas de la nueva revolución tecnológica, la 4G y el futuro del trabajo; una transición demográfica, de  sociedades envejecidas, y la transición productiva de encarar industrias no contaminantes frente a los problemas del cambio climático. Bien, a eso se le suma ahora la pandemia y una crisis económica global peor que la del ’30 en medio de una desglobalización tironeada por el conflicto geopolítico por la hegemonía suscitado entre China y los Estados Unidos de final abierto, pero que desde ya afecta a todos los países.

Finalmente, el tercero de los elementos que queremos destacar en relación al debate en torno a la salida a la crisis, ha sido la importancia dada a la tecnología, por un lado, en tanto detección temprana, (IA, Big Data) testeo, terapias adecuada, respiradores; y, por otro lado, como un instrumento de control extendido de la población con los riesgo de utilizarse como elemento para el disciplinamiento de la misma, de pérdida de privacidad y derechos.

1-El aislamiento social

¿Cómo caracterizar la sociedad mundial del inicio del 2020? ¿Cuál es su subjetividad frente a la crisis más importante que el mundo afronta en más de un siglo, y cuáles sus posibles reacciones y salidas? Una sociedad de repente queda atrapada en medio de una pandemia global, de una crisis económica recesiva peor que la del ‘30, y para el caso puntual de Argentina además con una deuda externa insustentable. La sociedad de los barbijos, de tener distancias en la calle, de filas, del no tocarse, de ciudadanos distantes y de hipervigilancia de control. Donde no se puede ir a más de dos cuadras, tocar al otro, donde los puentes cortan capital con el conurbano, los retenes policiales los partidos y departamentos de un mismo distrito, y las provincias, y donde imaginar un viaje más allá de una manzana parece un delito imperdonable[1]. Donde hay compatriotas varados en las más diversas partes del mundo. Una sociedad donde los familiares no se visitan, las personas no se frecuentan, solo se ven por internet, y el fin de la vida se traduce en sobrevivir. La sociedad del aislamiento impuesta por el coronavirus, la crisis económica global es algo inédito en la historia mundial. Se calcula que al menos 4500 millones de personas en 110 países o territorios del mundo están confinados en sus domicilios. Un nuevo récord: están en cuarentena cerca de seis humanos de cada diez de la población mundial que la ONU estima en 7790 millones. Un ejemplo es Rusia, donde se extendió el confinamiento, dado que esta semana se duplicaron los casos hasta llegar a casi 37.000 infectados y 320 muertos.

Ahora bien, esta pandemia y la economía cerrada y digital:

i.-La pandemia está generando cambios políticos, económicos, sociales y ambientales con sus correlatos tecnológicos y laborales. El pasaje repentino al trabajo digital remoto, de la noche a la mañana y de forma masiva acelera los cambios en la forma en que se realiza el trabajo y la forma en que pensamos sobre los arreglos de trabajo. Mirando la imagen más amplia, el Covid-19 puede ser un punto de inflexión importante para la transformación digital del lugar de trabajo. Parece casi imposible volver a poner ese genio digital en la botella, una vez que termina la emergencia de salud.[2]

ii.-La generación de una nueva subjetividad distinta a la promovida por la batalla cultural neoliberal, en favor del individualismo, emprendorismo y desaparición del Estado, comienza a contraponerse al surgimiento del valor de lo público, de la solidaridad y de  la sociedad del cuidado. Asimismo, una nueva subjetividad emerge de esta sociedad, una mayor conciencia de la propia finitud de otro manejo de los tiempos y relaciones. Como se señala, “El corona virus puso a la política de todo el mundo frente a una decisión que toca su médula ósea y sin tiempo ni espacio para procesarla”[3].

2. La sociedad de la incertidumbre

No es sólo la incertidumbre sobre cuándo termina la cuarentena o si se va a producir un default global, de dónde termina el derrumbe de un orden económico mundial con el petróleo sin precio, el desempleo por las nueve, muestra el alto dinamismo de la crisis, y la excepcionalidad del momento en términos individuales y civilizatorios. En este sentido la pandemia ha mostrado claramente dos finitudes, la propia y la de cualquier determinación histórica. La conciencia de la finitud en el plano individual y social había sido obliterada tanto por la sociedad moderna basada en la razón y en el progreso, como por la sociedad posmoderna del hiperconsumo y del individualismo. Ahora todo esto ha sido puesto en cuestión. Posiblemente nada será igual en el plano personal y colectivo. No solo es que podamos llegar a ver declinar un modo de globalización neoliberal y financiero instaurado a mediados de los ’70, sino que posiblemente deban impulsarse otra forma de relacionamiento entre los países en el sistema mundial, e instituciones, como también otra conciencia y valores en torno de los vínculos personales, el cuidado de las personas, de los bienes públicos como la salud y la educación, y los bienes comunes como el ambiente, el hábitat y la producción de determinados medicamentos y de sistemas universales de salud.

Asimismo a esto hay que agregar la necesidad de salvataje de los eslabones débiles de la sociedad del ajuste permanente. Como dice Diego Rubinzal: “La mitad de la población mundial está confinada en sus viviendas por la pandemia del coronavirus. El impacto económico-social de este inédito aislamiento será muy intenso. La contracción económica destruirá empleos y capacidad productiva. Los mayores perjudicados serán los eslabones más débiles del entramado social”. Y en nuestro caso el universo laboral es muy heterogéneo en la Argentina. Según la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC, más de 7 millones de trabajadores y trabajadoras están desprotegidos. El 43 por ciento son no registrados, el 37 por ciento cuentapropistas y 20 por ciento desocupados[4].

También es la incertidumbre que atraviesa a la gente sobre cómo se va encontrar la economía y el empleo después de la cuarentena, los precios de los bienes y sus recursos, la rotura de cadenas de pago, etc. De un Gobierno que a la vez debe generar políticas públicas en varios planos y en todo tiempo, con un liderazgo de nivel nacional de A.F. distinto al tradicional, carismático o contracultural[5]. Tal vez  sea un liderazgo de carácter consensual, que escucha, es pluralista y articula diversos niveles del Estado provincias, municipios con estado nación,  sectores sociales y oposición. Un piloto de tormenta que avanza a veces a prueba y error, y que a veces cree demasiado en que determinados actores (por ej., los bancos privados) vayan a responder a sus requerimientos, por ejemplo, para prestar a las empresas, a las Pymes, a la producción, a tasas bajas, y así garantizar el pago de salarios o algunas empresas despidiendo trabajadores en este contexto[6]. Es por eso, que ‘el plan del billón’, lanzado a mediados de abril, ante el parate económico generado por la cuarentena en su primera fase, el gobierno nacional decidió ampliar el alcance y las medidas incluidas en el Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción para empleadores y empleadoras es una medida excepcional para un tiempo excepcional. Ya no solo el ‘hambre más urgente’, o el plan de emergencia para monotributistas, ahora es un plan para salvataje de empleos y empresas, para salvar tanto activos productivos como empleos.

A pesar del miedo y la incertidumbre de este contexto, hay puntos a destacar, como la dedicación desinteresada de los trabajadores de la salud y la atención para salvar vidas, y el compromiso incansable de quienes brindan servicios esenciales para mantener nuestro mundo girando, los movimientos de solidaridad global y las soluciones creativas públicas (creación rápida de hospitales, aviones de bandera que construyen una nueva ruta a China para traer insumos médicos), de funcionarios que trabajan todo el tiempo atajando penales por la complejidad de las problemáticas que se supone el Estado debe ahora atender y responder. En el mejor de los casos, estas poderosas muestras de solidaridad darán paso a una verdadera movilización para un cambio transformador y duradero, una vez que ya no haya medidores obligatorios entre nosotros. Lo cierto es que pérdidas financieras y en la economía real causadas por esta crisis exacerbarán aún más las desigualdades, (Cepal, 2020), la concentración de la riqueza, la precariedad económica y social para la mayoría de las personas y las presiones fiscales sobre los gobiernos. Por lo tanto, es aún más esencial repensar las prioridades políticas, los valores sociales fundamentales y las direcciones de desarrollo productivo, sustentable a tomar. Las alianzas sólidas y solidarias entre las personas, la acción colectiva, y un Estado  activo impuilsando un modelo productivo con valor agregado serán esenciales para lograr esa visión de justicia social, igualdad y sostenibilidad.

En realidad, la incertidumbre parece ser la condición natural de la sociedad posmoderna y ahora desglobalizada, Una incertidumbre tanto de los individuos, como actores económicos (donde se quemaron todos los libros de economía) y políticos acerca de lo que vendrá. Por un lado, por la complejidad misma que el mundo estaba atravesando por el choque de tres placas tectónicas: la tecnológica hacia sociedades 4G; la transición demográfica hacia sociedades más envejecidas; y el cambio climático y el camino hacia formas productivas con menos polución y que sectores afrontan los costos de esta transición. Y asimismo, por la crisis de la tradicional hegemonía de EEUU y la creciente confrontación con la potencia emergente China tanto en lo comercial, tecnológico como geopolítico. Ahora  a ese cuadro le sucede la pandemia y la crisis global. La incertidumbre puede durar largo tiempo hasta que se construya un nuevo orden global. Mientras tanto lo único que puede dar certezas es poder atravesar la nube de infodemia, viendo lo aspectos positivos, signos de lo nuevo, como la audaz posición tomada por el gobierno frente a la deuda externa, y la búsqueda de un sistema impositivo más progresivo con las grandes fortunas y los que fugan, Configurar un rumbo con un pensamiento estratégico, tener flexibilidad para adaptarse a los cambios  y construir un sistema político con consensos amplios frente a que, ya nada será igual.

3- La sociedad del control

La sociedad actual es también la sociedad de la creciente importancia de la técnica, tanto para las respuestas a la pandemia, los respiradores, los test, los equipamientos sofisticados, pero también es la sociedad de la supervigilancia. La delgada línea que hay que controlar, donde hay que achatar la curva de la enfermedad, mantener la meseta y en lo posible bajarla frente al temor de su descontrol e impacto desastroso en el sistema de salud como ha ocurrido en otros países. Es un equilibrio el que se realiza entre el diagnostico epidemiológico, el económico y el político

i.-Pero la sociedad del aislamiento es también la sociedad de la supervigilancia. De acuerdo al filósofo Harari, el peligro principal que debemos precavernos, en esta salida es el del ciberespionaje, de una nueva forma de dominación que se expresaría en China. La epidemia del coronavirus podría marcar un hito importante en la historia de la vigilancia. Primero, porque podría legitimar y normalizar el despliegue de herramientas de vigilancia masiva en países que hasta ahora las han rechazado. En segundo lugar, y aún más importante significa una transición traumática de la vigilancia sobre la piel a la vigilancia “debajo de la piel”. Si anteriormente los gobiernos supervisaban principalmente sus acciones en el mundo de saber a dónde vas y con quien te encontrás, ahora se interesan en lo que respecta a la temperatura corporal a la presión arterial. Este tipo de información biométrica puede decirle al gobierno mucho más sobre ustedes que nunca antes. Y esto Harari lo imagina como la posibilidad del advenimiento de “un Estado totalitario en 10 años, que exija que cada ciudadano use un brazalete biométrico que lo vigile las 24 horas del día”. Pero el autor olvida que Occidente inventó la sociedad de la supervigilancia masiva a nivel planetario, bastante antes[7]. En esa línea algunos autores señalan en la mitad de la cuarentena que parece darse por hecho que los principales ganadores de esta pandemia serán las grandes empresas tecnológicas, que acumularán aún más poder; y los gobiernos, que podrán extender sus ámbitos de actuación a costa de la privacidad, el sector privado y la sociedad civil. A largo plazo, la combinación de ambas tendencias podría constituir una perfecta amenaza distópica, Es también la ciber-política o espionaje que se introduce en las redes sociales para saber “el humor social”, o son los controles “disfrazados” de la sociedad del cuidado sobre los adultos mayores que buscan seguir haciendo negocios como siempre.

ii.-Por su parte, A. Touranie[8]se muestra escéptico en la acción colectiva en este momento. No habría liderazgos, propuestas ni actores en el occidente desarrollado para este momento. “Vivimos en un mundo sin actores”, señala y  nunca “había visto un ´presidente de los Estados Unidos tan raro como Donal Trump’. Y no es casualidad que los Estados Unidos hayan abandonado el papel de líder mundial. Tampoco dice, existe un movimiento popular. Lo que hay es un derrumbe de lo que en la sociedad industrial creaba un sentido, el movimiento obrero. Tal vez por eso sea importante pensar en lo que sucede y llenar ese vacío con sentido y esperanza. Dice Touraine: ´estamos en el no sentido´,

iii.-En otra línea más esperanzadora, otro que sostiene Jorge Aleman señala que occidente mantenía su hegemonía cultural en base a tres términos que ya funcionan sin ninguna articulación. A saber: la economía de mercado, el liberalismo político y la vida democrática civil. Estos tres términos han sido desanudados por el Neoliberalismo cuyo único interés es la acumulación del Capital por encima de cualquier orden político. Es evidente que la fuerza simbólica de los Estados occidentales está en declive y la pandemia actual ha revelado en toda su realidad. Estas son las razones por las que Occidente no sabe qué hacer por ahora con la pandemia y especialmente Europa no ha tenido más remedio que, no solo mirar como lo hace China, sino dejarse supervisar por sus expertos. Cualquier cosa que sea un freno a la pandemia se espera de China. En este aspecto el Coronavirus es el primer eclipse serio del dominio norteamericano que ya no parece disponer de ninguna idea de Civilización. En ese escenario se podrá ver si serán los países emergentes, los que puedan ser capaces de una invención política distinta, de ser capaces de invertir en una perspectiva de justicia y solidaridad global en el siglo XXI , de distribución del ingreso, soberano con respecto a las experiencias de lo Común, el medio ambiente, la salud pública y la educación y que sea para profundizar la democracia, esquivando las derivas neofascisas que ahora más que nunca disputan el sentido de la experiencia de la Patria y del Otro que la sostiene (Jorge Aleman, Pandemia, Siglo XXI).

Conclusiones

Lo cierto, es que el mundo posterior a Covid-19, ya sea normalizado o transformado, no será el mismo. La experiencia, no menos importante para la mitad de la población mundial que está en aislamiento, influirá en aspectos clave de nuestras vidas, como la participación, el trabajo, el ejercicio, las compras, la socialización, los servicios de salud y la provisión de cuidado. En consecuencia, cambiará la forma en que funcionan los sistemas políticos, sociales, económicos, ambientales y culturales. Queda por ver si los transformará para siempre y para mejor.

Efectivamente, porque conjuntamente con esta sociedad del aislamiento, de la incerteza y del control, se empiezan a encontrar políticas, atisbar rumbos y avances muchas veces a prueba y error, en algunos países y en el nuestro también, en búsqueda de un multilateralismo progresivo para dar respuestas tanto a la pandemia con servicios de salud universal y que el descubrimiento de la vacuna sea considerado un bien común global. En donde en todo caso, la política empieza a controlar la economía, donde se recupera el Estado, con políticas de bien común que intentan predominar sobre la fuerte especulación, financiarización y concentración de años anteriores.

Por la apuesta a un multilateralismo progresivo en el G-20, en las nuevas posiciones del FMI, las Naciones Unidas e instituciones nuevas del sur global para la resolución de problemas que no son solo nacionales sino globales. Para denunciar la injusticia que se comete con países no solo aislados sino bloqueados como Cuba y Venezuela aún para recibir material sanitario. Para defender a la Organización Mundial de la Salud, cuestionada y desfinanciada por los Estados Unidos, pero que es la única de las pocas instituciones que puede brindar un protocolo universal para el tratamiento de la pandemia.

En todo esto es tanto clave una épica de la sociedad civil, de sus organizaciones sociales tanto productivas como solidarias, pero donde nada sería posible sin la política, y sin liderazgo político[9]. De un gobierno que logra aunar y articular los distintos niveles de la nación, provincias, municipios junto a la oposición en una misma dirección. No es simple, pero es un activo de la Argentina del que muchos otros países de la región y del mundo carecen, es que los conduce a una “no salida” y los lleva a profundizar los conflictos, más que a resolverlos. Por eso las sociedades que salgan más rápido y mejor de la crisis de la pandemia y la recesión global, “los dos cisnes negros”, serán aquellas que dominan la técnica, sí, pero particularmente aquellas que tengan mejor política y capacidad estratégica.

[1] Zizek, La Pandemia, Buenos Aires, 2020

[2] UNRIS, 2020.

[3] Martin Rodríguez y Pablo Touzon, ‘La que Tocó’. Le Monde Dipolomatique, Edicion250, abril 2020.

[4] Diego Rubinzal, El Eslabon Débil, Pag. 12, Sección Cash, domingo 19. También véase el informe Conicet sobre el Convid-11.

[5] Ver interesantes observaciones sobre el liderazgo, de Isidolo Felcman, en “Liderazgo contracultural en épocas turbulentas. Opinión, 21-04, 20.

[6] Rovelli, El rol de los bancos en la argentina de la valorizacion financiera del capital.

[7] Ejemplo de ello son los casos de quienes denunciaron el control de la ciudadanía por la articulación entre las grandes empresas tecnológicas del Silicon Valley, con las Agencias de Seguridad (Snowden, 2018) Assange todavía preso por las weeky leaks, y las acciones de la consultora Cambridge Analítica orientadas a manipular a la opinión pública desde las redes sociales y la IA en favor de que Trump ganase las elecciones en los Estados Unidos, el Brexit en Gran Bretaña o incluso en favor de que Macri ganase las elecciones en Argentina. Una alta tecnología en favor de deconstruir el demos (Wendy Brown, 2017) de que minorías gobiernen a mayorías en nombre de la democracia.

[8] Diario El Pais, 15 Abril, 2020

[9] Véase de Agustina Gradín sobre las organizaciones civiles en este contexto. Revista Diagonales, abril 2020.