Entrevista a Luis Alberto Quevedo

Alberto QuevedoLa tecnología, el cuerpo y la recuperación del espacio público articulan la trama cultural del presente
Entrevista al Director de FLACSO, Luis Alberto Quevedo, en relación a su libro “La cultura argentina hoy” recientemente publicado
Por Julieta Grosso
Publicado en Telam el martes 2 de diciembre de 2015
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 La tecnología, el cuerpo y la recuperación del espacio público articulan la trama cultural del presente.

Ambicioso y acaso arbitrario en su afán de registrar configuraciones que transcurren en tiempo real, el libro “La cultura argentina hoy” reúne textos de una docena de ensayistas que supervisados por el sociólogo Luis Alberto Quevedo analizan fenómenos como la incidencia de la tecnología en la construcción de la subjetividad, la centralidad del cuerpo como espacio de intervención y la repolitización de los jóvenes al calor de la recuperación del espacio público.

La “juventud divino tesoro” que añoraba el poeta Rubén Darío en un exaltado poema es hoy un poderoso nicho de mercado que la industria cultural ha asimilado con astucia para diversificar modalidades de consumo y erigir nuevos paradigmas, como los booktubers, ese ejército de “recomendadores seriales” que circula por las redes sugiriendo obras literarias bajo argumentos que de ninguna manera validaría la crítica tradicional.

Claro que todo ese entramado de tendencias que documenta el ensayo coral “La cultura hoy”, publicado por Siglo XXI editores en tándem con la Fundación Osde, es posible gracias a la muerte de los géneros y la desaparición de los grandes relatos que organizaron la modernidad, pero también por la manera en que la tecnología trama los consumos, las relaciones y hasta la percepción del tiempo y el espacio.

“Son jóvenes que crean otros sistemas de reconocimiento en el campo cultural, que no siguen el canon y menos aún transitan por las instituciones consagradas. Estamos viviendo una época en que la cultura es capaz de crear circuitos de reconocimiento, consagración y apropiación de bienes que nos sorprenden por su lenguaje y desaprensión con las tradiciones literarias que instituyó la modernidad. Hay nuevos modos de leer y nuevas formas de producir y hacer circular la crítica”, sostiene Quevedo en la obra.

El sociólogo y graduado en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de la Universidad de París, se puso al frente de un equipo de filósofos, periodistas y antropólogos -entre otras disciplinas sociales- que analizan fenómenos como el protagonismo del cuerpo -colonizado por la estética y la salud al mismo tiempo-, la desaparición de la rebeldía como motor de la juventud junto a otros de signo casi antagónico como el temor al espacio público y la irrupción de la ciudad como eje de socialización.

– Télam: ¿En qué medida el clima de época que registra el libro prefigura el escenario electoral que consagró a Mauricio Macri como presidente?

– Quevedo: La obra da cuenta de una serie de fenómenos ligados a la cultura y a la política que exceden la coyuntura electoral pero permiten ver algunas tendencias como la repolitización de los jóvenes, que llega como correlato de un proyecto político que fue capaz de volver a mostrar que la acción en el espacio público -salir a la calle, comprometerse- modifica a la política.
Aún así, hoy los jóvenes tienen preocupaciones muy distintas a las que pudieron tener generaciones anteriores como la del 60 o 70. Después de todo, no hace mucho que se toma en cuenta como variable a los jóvenes. Antes había adultos y niños. Así como Foucault sostiene que el niño es un invento del siglo XVIII, se podría pensar que el joven es una creación del siglo XX. Lo que después hace la industria cultural es tomar estos fenómenos e impulsarlos, potenciarlos.

– T: Si uno traza una simetría con los 60 y 70, la fuerte apropiación del espacio público que se dio en esos años estuvo disparada por la rebeldía, una variable que hoy aparece como desactivada ¿Cuál es el combustible de esta nueva etapa de recuperación de la escena pública?

– Q: James Dean, que fue el emblema de la rebeldía y de aquellas décadas, representó a una juventud que nació con el mandato de reaccionar ante las tradiciones, las reglas y lo estatuido por los padres. Eso tuvo su correlato en el arte con las vanguardias y en la política alumbrando consignas como las del Mayo francés. La rebeldía y la juventud eran casi sinónimos en esa época. La experiencia de ser joven fue muy distinta luego en los 80 y 90, del mismo modo que lo es en la actualidad.
A diferencia de las generaciones anteriores, hoy los jóvenes están mucho más interpelados por el miedo, los peligros del espacio público y una sociedad más violenta. Los jóvenes han cambiado de matriz cultural: pasaron de la rebeldía a la necesidad de encontrar un espacio propio, expresarse y están atravesados por un mayor individualismo en la creación del yo.
En esa línea, hay una hipótesis fuerte de Darío Sztajnszrajber que en uno de los capítulos plantea la ruptura de una tradición de la modernidad -que alude a identidades sólidas, fuertes, únicas- y la aparición de una demanda fuerte a cualquier individuo, según la cual la construcción de nuestra identidad es una tarea personal a encarar y se hace con retazos.

– T: Además de fijar nuevos modos de vincularse con la otredad, la industria cultural erige nuevos arquetipos que rivalizan con las tradiciones en su capacidad para legitimar consumos, como el fenómeno de los booktubers ¿Estos nuevos referentes contribuyen a la democratización de la crítica o por el contrario la bastardean?

– Q: El fenómeno de los booktubers se entronca con un rasgo cultural de la época que es la ruptura de las jerarquías. Compiten con la crítica literaria clásica del siglo XIX y XX, es decir, con los representantes de un campo específico del saber como la literatura y el cine. Los booktubers irrumpen como aquellos que a diferencia de esta cuestión de la especialización representan la crítica horizontal, que simboliza la mirada de los pares.

– T: O sea, una crítica más ligada a lo emocional que a lo intelectual…

– Q: Sí, absolutamente. Los booktubers, por ejemplo, ponen el foco en el objeto. Si el libro tiene muchas páginas, si les gusta la textura, si pertenece a una saga… todos esos elementos, esta forma de criticar y reseñar, no es ajena a un rasgo cultural del presente que es el disfrute por el diseño. Vivimos en una sociedad atravesada por el diseño.

– T: La vida cotidiana de cada sujeto está atravesada hoy por una agenda interminable de hitos y obligaciones ¿Esto no redunda en una suerte de “des-implicación”, en tanto se genera una disrupción o dispersión que aliviana la intensidad de las experiencias? ¿Qué ocurre con la subjetividad confrontada a esta replicación simultánea en distintas pantallas y dispositivos?

– Q: Si hay algo que hizo la tecnología es comprimir el tiempo y el espacio. En la modernidad, tiempo y espacio se desplegaban, mientras que ahora por el contrario hay una compresión espacial y espacial: todo transcurre con tanta velocidad y simultaneidad que lleva a eso que en la escuela preocupa tanto que es la pluriatención. No se da sólo con los jóvenes: los adultos somos capaces hoy de leer un libro, contestar mensajes, interactuando con internet, todo al mismo tiempo.
Todo esto confluye en otra clave cultural que es el cuerpo, un territorio de intervención sujeto a perforaciones, operaciones, tatuajes… Y ahí se da una dualidad: por un lado el cuerpo como espacio de configuración del yo y por el otro lado un discurso del cuerpo centrado en la vida sana, el fitness y la alimentación, es decir, toda una zona de cuidados emsamblada con la cuestión del diseño.
El gran interrogante es si esta multiplicidad enriquece la vida o la aplana. Creo en ese sentido que la oferta cultural tiene hoy una violencia simbólica como nunca antes existió. Estamos todos muy interpelados por la oferta cultural y nos terminan motivando tantas cosas que en cierto modo nos impiden conectarnos en profundidad.