La trampa de navegar en un mundo a medida

Tarasow-FabioLa trampa de navegar en un mundo a medida
Columna de opinión de Fabio Tarasow, Coordinador del Proyecto Educación y Nuevas Tecnologías
Publicado el 7 de diciembre en diario La Nación
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Navego por Internet y descubro que todos los banners publicitarios reflejan las búsquedas que estuve realizando en los últimos días. Alquiler de coches, aquí o allá, productos con descuentos. Me pregunto cuál será la palabra clave que dé luz verde para que me ofrezcan pañales para adultos. Es un tráfico de información promiscuo entre los distintos dispositivos que utilizo y que no puedo controlar. Soy consciente de ese tráfico y trato de tomar algunas medidas básicas de protección, pero los dispositivos digitales se convirtieron en coladores cuya función es generar todo el tiempo la mayor cantidad posible de información sobre mí y enviarla a través de la Red.

Qué leemos, qué buscamos, qué escuchamos, qué compramos, dónde estamos, a dónde vamos, con quién estamos, a qué velocidad viajamos. Todo lo que hacemos se codifica y se convierte en una commodity, vendida y comercializada al mejor postor, para que, a su vez, las fuerzas oscuras de Internet puedan ofrecernos de manera más efectiva y eficiente esos productos, servicios y noticias que los algoritmos demuestran que estoy más dispuesto a consumir.

La falta de claridad sobre la generación y utilización de los datos personales es un tema preocupante y debe sin duda formar parte de la agenda de discusión seria de las políticas públicas. Pero, por otro lado, también es preocupante el empobrecimiento de la perspectiva y de la experiencia derivados de esta creación de un mundo a medida. Lo que parece a simple vista una buena frase de marketing -ofrecernos lo que nos interesa- oculta en realidad que sólo estamos viendo una fracción de la realidad posible, y que se invisibiliza el resto de la infinita riqueza y variedad de las cosas que existen en el mundo. ¿Te gustan las pastas? Seguí comiendo pastas secula seculorum? y jamás sabrás de la complejidad de sabores y texturas de un “mezclum de verdes”. Y esta tendencia se refuerza a sí misma, ya que en la medida en que no vea o no acceda a otros temas, no serán parte de mis preferencias.

¿Qué perspectiva de discusión social sería posible si cada uno tuviera su propio diario de Yrigoyen? Cada uno vive en un universo paralelo, sin posibilidad de diálogo y, aún peor, sin posibilidad de disenso y discusión, cada uno enchufado en su versión prefabricada de un mundo perfecto. Y más allá del filtrado, ¿quién es el que filtra?; ¿cuáles son las empresas que operan y deciden sobre lo que veo y cómo lo veo en la Web?

Los sueños románticos que alimentaron los inicios de la Red de convertirla en un espacio a favor de la apertura, la libertad y la democracia están colisionando con el capitalismo salvaje y desbocado de jóvenes entrepreneurs y fondos de inversión que aspiran a tener éxito en Silicon Valley y convertirse en hipermillonarios. La búsqueda incesante de rédito está modelando el desarrollo de la Web, y eso configura, a su vez, el entorno digital que habitamos: nos arrastra a usar determinadas herramientas y desechar otras, y mientras tanto a ir dejando nuestras miguitas en el camino.

El desarrollo de Internet no es caprichoso ni ineludible; es el resultado de la compleja relación entre lo tecnológico y lo social. Pero esta Web que tenemos no es necesariamente la única posible y el espíritu libertario de sus orígenes aún no está extinguido.