“Lo más rico de la filosofía es ofrecer nuevas lupas para leer”

Publicada el 20 de julio en El Tribuno de Salta.
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Docente y filósofo, autor de libros que invitan a la lectura de Platón, divulga a diferentes pensadores en radio y televisión. En 2013 visitó Salta con un espectáculo que revisa las corrientes más relevantes del pensamiento y las vincula con emblemáticas canciones nacionales.

En diálogo con El Tribuno, Sztajnszrajber reflexionó sobre los cuestionamientos de la filosofía actual, la violencia escolar y el atentado a la AMIA, que lleva veinte años sin resolverse.

En tu espectáculo “Desencajados” combinás rock con filosofía. Por estos días se celebró el centenario del natalicio de Aníbal Troilo ¿Cuánto pensás que hay de filosófico dentro del tango?

Creo que la relación entre la música y la filosofía es una relación a partir de sus diferencias, como esos vínculos que se producen a partir no de lo que los une sino justamente de la posibilidad de desmarcarse del otro y plantear perspectivas distintas sobre una misma búsqueda. No creo que en la letra del tango haya un desarrollo filosófico, pero porque no creo que se trate de encontrar esas homologías. Creo que hay búsquedas similares, tomándolo en términos generales creo que hay una búsqueda por lo perdido, algo que es muy propio del pensamiento filosófico: estar buscando una verdad que sabemos que no está, o se ha ido, o nunca existió. Esa melancolía, por decir así, propia del tango, es parte estructurante de la filosofía. La filosofía es, por sobre todas las cosas, un intento de dar con algo que sabemos que no existe. Entonces, se produce esta situación paradójica donde se recupera el deseo de la búsqueda en sí mismo. Esa recuperación está absolutamente teñida de melancolía, de una sensación de retracción. Hay algo de tedio que tiene la filosofía, con lo que permanentemente se motoriza, pero al mismo tiempo trata de diferenciarse y que también está en el tango. Es como encontrar dos lenguajes distintos y buscar en ellos cuáles son algunos puntos de contacto.

Del mismo modo puedo hacer una relación entre la filosofía y el rock, u otros géneros musicales o artísticos.

Recién decías que la filosofía busca respuestas que sabe que no tiene ¿qué te lleva entonces a embarcarte en esa empresa?

Básicamente, que no es una empresa. Entonces le quitamos ese fin utilitario último que, para alguien que encara la filosofía desde ese lugar, le genera perplejidad porque la considera una actividad inútil, pero inútil desde su planteo. Porque el planteo propio de la filosofía no es resolver problemas sino generarlos. Hacer filosofía es problematizar la realidad, no resolver los problemas que uno encuentra en la cotidianeidad. Y, por otro lado, si hubiese una respuesta a los problemas de la filosofía, se terminaría la filosofía. El motor de la filosofía es saber que no hay una respuesta. Eso no significa que no haya respuestas provisorias, contingentes. Son aleatorias, son respuestas que se dan, pero que no obturan que la búsqueda continúe.

¿Hay una cuestión vocacional?

Claro. Yo no cuestiono otras formas de relacionarnos con las cosas. Ese es un problema que ha tenido la filosofía, que no le ha hecho bien: siempre se ha puesto, históricamente en un lugar de superioridad moral. Como si ser contador fuera algo simple, práctico o poco profundo. En cambio, el que hace filosofía le da una vuelta a las cosas, entonces tiene una superioridad ética. Yo creo que no: creo que la filosofía es un lenguaje más, una perspectiva más que le podemos dar al sentido de la realidad.

En sus inicios, la filosofía se preguntaba por situaciones límite o la existencia de Dios ¿qué cuestionamientos aparecen en el siglo XXI?

La filosofía tiene la estructura propia de cualquier institución. Hay una comunidad filosófica donde hay visiones hegemónicas, visiones alternativas. La comunidad filosófica está compuesta por individuos que son los que escriben, investigan y deciden cuáles son los temas que hoy importan más que otros. Obviamente, no hay nada en la realidad que haga que un tema sea más importante que otro. Sin embargo, podemos decir que hay una transformación material de la realidad donde la mass mediatización y digitalización informática de lo real amerita un problema filosófico. Platón, ya hace dos mil quinientos años planteaba la relación entre la verdad y la apariencia en toda su teoría, en la famosa “Alegoría de la caverna”. Esta relación entre lo verdadero y lo aparente hoy, con el impacto de la informática y el mundo de la imagen, amerita una problematización mayor. Este es un problema filosófico porque hay una mutación material en la realidad. Todo lo que introduce el mundo de la virtualidad nos permite volver sobre un problema filosófico tradicional: cómo diferenciar verdad de apariencia.

¿Ocurre lo mismo con la bioética?

Exacto. Emerge por sí solo porque las transformaciones tecnológicas impactan de lleno en lo que venimos denominando “naturaleza humana”. La clonación es un problema filosófico porque está planteando una realidad tecnológica que rompe una forma canónica de lo que veníamos pensando que es lo humano. Después hay problemas más al interior de la filosofía: la verdad, la ética, la estética. Esos son problemas que en el mundo filosófico de hoy, a partir de algunos autores, vuelven a tener alguna predominancia. Hay una corriente, que inaugura Foucault hace más o menos treinta años que hoy tiene mucha presencia en el pensamiento europeo: la biopolítica. Es el modo en que el pensamiento crítico entiende la relación entre el poder y las formas nuevas de la política que están cada vez más lejos de la política tradicional y más cercanas a un mundo donde la política afecta ya no solo ideologías o concepciones de la vida, sino la vida misma. Por eso se llama biopolítica. Hoy son nuestros cuerpos los que se ven atravesados por decisiones políticas que, entre otras cosas, no entiende a los individuos conformando categorías como “pueblo” sino como “población”. Cada vez menos como “ciudadanos” y cada vez más como “consumidores”.

Hablás de la biopolítica. Las decisiones políticas, desde hace tiempo atrás repercuten sobre los cuerpos, el genocidio judío es un ejemplo lamentable de eso…

Es que no es un problema de competencia temporal. Para la biopolítica el hecho más sintomático de esta corriente es el holocausto. La shoah, el genocidio, fue analizado desde diversos cortes teóricos. El que propone la biopolítica es otro. Son dispositivos hermenéuticos que posibilitan analizar un fenómeno. Lo interesante de la biopolítica es que cambia el eje de la relación entre el poder y los cuerpos. El Holocausto aparece como el hecho clave que explica cómo lo humano puede terminar destruyéndose a sí mismo. De alguna manera, toda la justificación del genocidio estuvo puesta en la necesidad de purificación de una raza que terminó casi destruyendo el género humano.

La filosofía toma ideas que ya fueron analizadas desde otras perspectivas, pero desde un lugar diferente. Supongamos, un autor de la biopolítica como Roberto Espósito vuelve a leer a Thomas Hobbes. La filosofía política moderna venía hablando del contractualismo de Jobs como aquel que propone que frente a la violencia que hay en el estado natural surge el Estado o la ley para conjurarla. La biopolítica dice que lo que hace Hobbes es trasladar la violencia que hay en el estado de naturaleza a la violencia legítima y legal en el Estado, con lo cual la violencia crece porque ahora es legal. Si a la violencia se la combate con más violencia, la violencia no se termina.

Esta lectura se hace quinientos años después. Por eso no es un tema de actualidad. Lo más rico de la filosofía es ofrecer nuevas lupas, leer las cosas siempre de manera diferente.

Hablabas antes de Michel Foucault, quien reflexionó sobre el control escolar de los cuerpos ¿cómo evaluás hoy la cuestión de la violencia en la escuela?

Sí… yo descreo de los grandes titulares de los diarios. Que hoy haya violencia en la escuela y ayer no, me parece que es más un título efectivista que otra cosa. No por eso hay que negar situaciones concretas de hechos de violencia puntual. Evidentemente hay una exacerbación de la violencia en instituciones en las que históricamente la violencia estaba contenida. Ha habido transformaciones importantes como para que un padre sienta que puede ir a un colegio a pegarle una trompada a una directora de escuela. Hay algo en el concepto de autoridad que está en crisis, como están en crisis muchas de las instituciones de nuestro mundo. Hay algo en el orden social que ya no puede sostenerse. En general, lo primero que se nos ocurre decir es que, para que esto no suceda, hay que volver a la mano dura. Me parece que es al revés, la mano dura no sería más que la exacerbación de un paradigma en el orden institucional que no viene funcionando. La escuela donde emergen estos actos de violencia no es la escuela del siglo XXI, es la escuela que venimos heredando desde hace décadas, sobre todo las del siglo XX, que está viviendo un proceso de perplejidad, de necesidad de transformación donde las nuevas generaciones vienen no solo con otra predisposición desde el punto de vista de la voluntad, sino con otro entramado espacio – temporal. Esto que decíamos al principio de la virtualidad no es un accidente o una herramienta más que hoy hace a los chicos. Vamos a decirlo provocativamente, nuestros jóvenes hoy no se encuadran en mismo registro de naturaleza humana del que provenimos nosotros del siglo XX. No existe el hombre como universal abstracto. Existen seres humanos que están absolutamente estructurados por su facticidad, por su aquí y ahora, por su espacialidad y temporalidad.

Un chico de quince años que ya nació con internet en auge, es un chico cuya cabeza no es igual a la de una maestra de cincuenta años que se educó cuando todavía no había televisión a color. Ahí hay un conflicto que no solo es generacional, sino de mundos y de especies. Un chico que está haciendo cuatro cosas a la vez no es un chico disperso, es un chico de nuestro mundo. El problema lo tiene el maestro que no puede hacer cuatro cosas a la vez. Entonces, en ese conflicto, repensar la violencia es repensar la institución toda. Creo que las soluciones de mano dura nunca van a la naturaleza del conflicto. Una mano dura puede funcionar un rato, es como un anestésico: calma el dolor, pero no va al fondo. Y el fondo tiene que ver con las transformaciones más profundas que se viven en el mundo en el siglo XXI.

Has escrito libros sobre judaísmo, participaste en el seminario rabínico. El viernes se cumplieron veinte años del atentado a la AMIA ¿por qué creés que todavía aparecen los atentados en mundo, el conflicto religioso y la eliminación del cuerpo del otro?

No creo que el atentado a la AMIA tenga un contenido interreligioso, en el sentido en el que uno puede pensar el conflicto entre religiones más típicas de principios de la modernidad. Me parece al revés, ni hablar con la asunción de Bergoglio, el nuevo Papa. Hay una línea que empezó a elaborarse desde Juan Pablo II y que fue la búsqueda del ecumenismo. Más allá de los odios concretos o de las educaciones que muchos puedan tener desde lo escolar o lo familiar, desde el punto de vista de la espiritualidad religiosa hay cada vez más una búsqueda de interrespeto.

Me parece que acá son conflictos mucho más profundos, que entraman cuestiones nacionales, étnicas, culturales, donde -aunque parezca naif- ojalá lo religioso pueda ser una forma de resolución.

Yo apuesto a que sea la espiritualidad religiosa la que pueda empezar a resolver esta violencia, que es una violencia más entrañable, entre vecinos. La violencia de Medio Oriente es eso: una pelea entre sectores, poblaciones que viven en un espacio común.

Hay muchas formas de pensar lo que fue el atentado a la AMIA, que es el comienzo de una serie de atentados que terminan después en el 11 de septiembre. Fueron esos años, desde mediados de los 90 hasta principios del siglo XXI, donde se producen distintos atentados en distintos lugares del mundo occidental. La globalización, que parecía la salida para todos los conflictos interculturales, empieza a hacer agua. Evidentemente, la globalización no puede dar respuestas. En la medida en que no se piense una sociedad inclusiva, van a explotar conflictos por todos lados. Creo que el terrorismo es una forma de salir a dar pelea que no solo no resuelve el problema sino que lo recrudece.