Los caminos de la democracia

Se reproduce la entrevista al investigador de FLACSO  Sergio De Piero realizada por la Revista El Monitor de la Educación, edición de diciembre de 2013.

Pensar hoy la democracia argentina exige una tarea de revisión de la historia reciente y replantear un horizonte común. Como concepto, como valor y como condición para la vida en comunidad, la democracia argentina de los últimos 30 años es un tejido complejo. En esta entrevista, el politólogo, investigador y docente Sergio De Piero recorre las discusiones que fueron cruzando a la democracia en la Argentina y plantea los desafíos del presente y para el futuro.

¿Cómo se pensaba el concepto de democracia en el ´83 y como se piensa hoy? ¿Qué trayecto hubo en el concepto y en lo concreto?

El primer dato clave del ´83 es la salida de la dictadura que marca el inicio de la democracia en la Argentina. La salida de la democracia en la Argentina está marcada por la derrota de la guerra de Malvinas. Uno puede decir que hay un tipo de transición hasta el 1 de abril de 1982, que ya se insinuaba porque la dictadura ya venía teniendo problemas de todo tipo. Pero hay otra salida que es post 2 de abril. Si la transición hasta antes de la guerra era una transición bastante controlada, la transición post guerra fue una transición de fuga regulada, porque las elecciones fueron un año y medio después, pero los militares no pudieron imponer demasiadas condiciones.

También, quizás por la misma tragedia de la experiencia de la dictadura, la democracia del ´83  valorizó por sobre todo los procedimientos. Hubo una percepción que es muy fuerte en el discurso de Alfonsín y también en el mundo académico que es que la democracia política fijaba las condiciones para el desarrollo económico. Básicamente es que con democracia, es decir, con transparencia, con partidos políticos, con participación, con elecciones regulares y libres, están dadas las condiciones para que la economía re encauce una dirección de desarrollo. Recordemos que la dictadura entregó el poder con un 400% de inflación anual, desempleo y pobreza.

Se trataba de una democracia más pluralista que abandonó en los ´80 el discurso revolucionario de los ´70. A pesar de que pasaron sólo 7 años entre el 1976 y las elecciones, pasó mucho más en términos de discusión política. La discusión revolucionaria, tan presente hasta antes del golpe, es prácticamente inexistente en las elecciones del ´83. Se habla más hoy de los ´70 de lo que hablábamos en los ´80.

El segundo aspecto es que la democracia de los ´80 tuvo fuertes condicionamientos. El principal fue el  militar, aunque hoy con los diarios sobre la mesa podemos decir que fue un condicionamiento sobrevalorado. El partido militar estaba muerto y no había posibilidades de reencarnar un proyecto militar para reemplazar al gobierno civil porque todas las cámaras empresariales ya habían aceptado las reglas del juego democrático. El otro condicionamiento fue el  económico. Argentina tenía altas tasas de inflación, con un aparato productivo muy desmantelado – luego a Menem le quedó un poco más para desmantelar – y con un enorme peso de la deuda externa en una época de bajos precios internacionales para los bienes primarios. Argentina era el tercer deudor mundial detrás de Brasil y de México.

Y hay  otro aspecto clave de la democracia de los ´80 que son los altos índices de participación. La democracia de los ´80 fue una democracia movilizada, con mucha plaza pública. Alfonsín no va a dudar en convocar a la plaza con diferentes resultados en varias oportunidades. La CGT tenía una enorme capacidad de movilización. La movilización fue muy importante incluso hasta llegar a las elecciones del ´89, un aspecto que se transformó radicalmente a partir del menemismo.

Señalás la participación y lo procedimientos como aspectos clave de la democracia. ¿Cómo creés que se articulan hoy esos componentes?

Las reglas de la democracia fueron vistas como una condición necesaria pero no suficiente. Y los ´90 fueron eso. Había democracia, había pleno ejercicio del estado de derecho, no hubo violación de ningún procedimiento grave en la Argentina de estos 30 años – sí algunas privatizaciones hechas de modo muy cuestionable -, pero no hubo una violación flagrante a la Constitución Nacional. Ahora, los procedimientos no garantizan el desarrollo económico y esa es una lección que nos deja el 2001 y  que nutre el período que sigue: los procedimientos no alcanzan, hace falta una decisión política que intervenga en los factores económicos. El estado no puede dejarle al mercado la libre concurrencia de los factores económicos porque hay injusticia, hay inequidad, no hay distribución equitativa.

En la actualidad la juventud, en buena medida nacida en democracia,  aparece como un actor político fuerte, sobre todo en contraste con los años ´90. ¿Qué lecturas hacés sobre la participación juvenil? ¿Qué tipo de formación política aparece en estos actores?

Hay un dato cuantitativo: hay más jóvenes involucrados en política. Soy docente universitario hace 20 años y vi los cambios, incluso en carreras de ciencias sociales. El interés pasó de ser relativo y atado a coyunturas a ser un interés altísimo en esa coyuntura.  Me parece que la política abrió perspectivas.

Menem nunca apeló a la participación juvenil porque ¿a qué los iba a convocar? ¿Movilicémonos para bajar el riesgo país? ¿Cuál era la consigna? La idea del relato es que tiene que motivar y cautivar en algún sentido. Digo esto pensando en quienes dicen que el gobierno se la pasa hablando del pasado: si se pasara hablando del pasado, no habría tantos jóvenes militando. Cuando vos sos joven te interesa el futuro, el pasado es la edad de piedra o 20 años atrás, es lo mismo. Ahí hay un claro componente de una apertura que tiene que ver con reconocer la diversidad. En ese marco, creo que los jóvenes que participan encuentran un espacio que mira para adelante, que tiene que ver con ciertas interpelaciones que ellos hacen a la sociedad, a los adultos, al sistema, a las instituciones, todo ese cúmulo que no sé si se diferencia tanto, es el mundo de los adultos vs. el de los jóvenes, es así históricamente. Ahí nos queda un trabajo muy largo para transitar, para ver de qué modo se llenan de contenido político esas expectativas de futuro, de una sociedad inclusiva.

Hubo un momento en que se hablaba de transición a la democracia y no de democracia. Hoy estamos en otra etapa de democratización.  ¿Cuáles te parece que son hoy los desafíos para la profundización de la democracia y para la construcción de ese futuro? Si hoy tenemos continuidad en lo procedimental, perspectivas políticas y participación, ¿qué sigue?

La transición termina cuando hay un horizonte donde queremos llegar. El horizonte de los ´80, que no era poco, era elecciones regulares y libres. Hubo tres elecciones seguidas, libres, sin proscripciones, ya estamos en democracia, ya está, es esto. Claro, es esto pero también implica ciertos valores de justicia y libertad y ahí el gran problema fue que los ´90 clausuraron todo eso, se quedaron con la idea de que la transición había terminado. No se discute más la democracia, se arregla la economía. El menemismo cerró la caja de la discusión de la democratización y abrió la caja de la economía, que no tenía vasos comunicantes con la de la democracia. Lo que importaba era la eficiencia, la eficacia, bajar el gasto, la transparencia, todos los valores que no tenían vínculo con lo democrático. Ese modelo se agotó, no se puede construir una economía en desconexión de la democracia. La crisis del 2001, otra vez, fue manifestación de esto. Se hablaba de la política como ruido de la economía a fines de los ´90. La democracia era solamente elecciones libres y regulares, y no jodan que acá estamos haciendo economía.

La discusión de hoy es otra. Si uno piensa los derechos como dimensiones, los derechos individuales son amplios, se cumplen. Los derechos  políticos se han ampliado, votan chicos a partir de 16 años, se está habilitando que puedan votar los procesados. Los derechos sociales están ahí, pero chocan contra la barrera de los intereses económicos. Hasta ahora se han ido reduciendo indicadores negativos, pero hay barreras que implican tomar decisiones para ampliar la democracia.

Desde siempre en la Argentina se pensó a la escuela como el lugar donde se forma al soberano.

¿Cómo crees que hay que educar hoy para la democracia?

Estuve trabajando en un programa sobre derechos y ciudadanía para adolescentes y empezamos pensando en la importancia del DNI y por qué es importante, qué significa. Para mi generación, que tengo más de 40, el DNI se asociaba a la policía. Yo viví la época que te bajaban del colectivo para palparte. Hoy es otra cosa, es el número único e irrepetible que implica un montón de derechos, una pertenencia y obligaciones frente al resto de la comunidad.

Una de esas obligaciones es el voto, y es así porque vivir en una comunidad política implica formar parte de las decisiones. Quisimos marcar dos cosas: el involucramiento –  porque la política involucra te guste o no –  y la idea de procesos. La ciudadanía es un proceso. No se “hace” política, es un proceso. Es algo que no termina. No hay frase más ridícula que decir “llegó al poder”, ¿a qué poder?  Desde siempre, desde Maquiavelo para acá, la intención de quienes nos involucramos en el estudio de la política es descubrir. Transmitir a los jóvenes la política es descubrir qué procesos hay atrás de los cuales ellos, quieran o no, van a formar parte. Todos, de alguna manera, aunque sea pasivamente. Después se puede estudiar lo institucional, qué son los partidos, qué es la Constitución. Pero primero hay que ver las ideas de involucramiento y proceso.

¿Por dónde pasa hoy la formación política de los chicos?

La casa sigue siendo un lugar clave. Los medios también. Sacando el discurso satanizante de los medios, todas las personas son siempre más inteligentes de lo que uno cree, todas. Estoy lejano al discurso que piensa que los medios moldean. Los medios instalan temas, ocultan temas, eso lo hacen, sin dudas. Pero es como el clientelismo, es creer que porque alguien se llevó 2 kilos de arroz va a votar a ese candidato, es ridículo.

¿Y la escuela?

En mi formación política fue muy importante la escuela, yo estaba en medio de los milicos. Me acuerdo de lo incomprensible para mí que era estudiar la Constitución en la escuela, porque decía cosas que no eran. Si no había un presidente ni un Congreso, ¿por qué estudiar eso? Y la maestra hacía lo que podía.  Recuerdo que la que fue la vice directora de mi escuela en el año 1980 entró al aula y dijo: “Lo importante es que un argentino ganó un premio Nobel de la paz y es un reconocimiento para todos los argentinos”. Decir eso en el año ´80 era muy valiente. No me olvido jamás. Yo tenía 11 años. Se jugó a decir eso. Cuando volvió la democracia empecé a militar enseguida en el centro de estudiantes y fue una movida impresionante en las escuelas.

Sin ser un experto en el tema me animo a decir que la escuela de hoy está atravesada por tantas conflictivadades que  no debería decir que no hay tiempo para la política, porque me parece que la política es la que resuelve los conflictos. Si no hubiera conflictos no habría política. Los conflictos se resuelven políticamente,  construyendo consensos, escuchando a todos, decidiendo y si no acatamos decimos por qué. Hoy no hay una ruptura generacional como en los años ´70 y hay algo más fácil de coser y deberíamos aprovecharlo.

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