En tiempos de pandemia

La voz y la ternura, la repetición y la novedad, el sentido y más allá.

Por Yesica Molina, secretaria académica y docente en la Carrera de Especialización en psicoanálisis y prácticas socioeducativas de la FLACSO Argentina. Asesora en escuelas y en el programa de aceleración de GCABA.
Publicado en abril 2020.
Descargar texto completo: aquí

Estos apuntes surgieron del intercambio entre colegas de distintos ámbitos de trabajo a partir del confinamiento social y obligatorio que se extiende desde hace cuatro semanas. Luego de un momento de silencio e incertidumbre inicial, las palabras escritas y los audios circularon por diversos dispositivos electrónicos, la virtualidad también tomó otros matices que me permitieron algunas reflexiones en torno de la palabra que se pone a circular.


La palabra hablada y la voz: afectos de ternura en tiempos de incertidumbre

Dice Perla Zelmanovich a propósito de este contexto: “si el malestar es estructural, ineludible, pero anuda con ese otro que Silvia Bleichmar nombró sobrante el cual tiene esa cara de lo contingente, y ambos, nos interpelan para ser abordados, hoy estamos sosteniendo esta red de trabajo y de intercambios, para acompañarnos en estos tiempos en que las contingencias toman la forma de distancias impuestas. Entonces, en medio de cambios que nos tocan las rutinas y la vida cotidiana, persistimos con las apuestas que nos interpelan en ese día a día de las instituciones, que hoy se van tornando virtuales, como este espacio.”

Las palabras de Perla dan cuenta de un esfuerzo por significar ese real que se nos impone en estos momentos de incertidumbre. Aquí estamos, del otro lado de la pantalla para acompañarnos, para tejer entre todos y todas una trama que nos contenga. Dicha trama permite el intercambio de diversos objetos culturales que nos dejan menos solos, y es así que comenzaron a circular a través de las redes múltiples contenidos culturales para acompasar la soledad.

Leo ese efecto en los intercambios cotidianos con diversos colegas que desde sus lugares de trabajo, que ahora son sus casas, están produciendo a partir del intercambio de lecturas, miradas, experiencias, poesías. Recupero de allí el audio de una maestra que me llega de uno de los grupos de whatsapp que se crearon en este último tiempo para sostener la práctica.

En la primera semana de cuarentena una maestra a las 20 hs le responde muy amorosamente a una niñita de cuarto grado luego de haberle contado que, pese haber resuelto todos los problemas, no pudo hacerle llegar la tarea por e-mail: “no te preocupes francisquita, hoy ya es tarde, pero tenés que escribir geee maaaail así como suena y todo junto. Igual si no podés, yo mañana te llamo y probamos, ya hiciste un montón. Vi las tareas que me enviaste, vas muy bien. Hasta mañana, que descanses”. Este es uno de los tantos mensajes que ilustran un modo novedoso para los agentes educativos de sostener el vínculo con familias y alumnes.

El audio del whatssap recupera el objeto voz que en la presencialidad suele pasar desapercibido, ese tono que la voz soporta transfiere un afecto que orienta una posición
ética respecto del otro, afecto que no había reparado hasta ahora, la ternura. Elena Lacombe, al reflexionar sobre la función de los adultos respecto de las infancias da esa orientación: “que los niños a nuestro cargo, sea cual sea nuestra función, encuentren en nosotros adultos la prudencia suficiente para que nuestras propias añoranzas y desvalimientos hagan espacio, dejen lugar a la ternura. Spinoza nos enseñó que la ternura es la piedad frente a la impotencia del otro.” (Lacombe, 2010).

Esa posición ética es la que nos orienta en estos momentos, en quienes tenemos que asumir el acompañamiento que estamos ensayando a la distancia con los sujetos con quienes nos toca intervenir. En esta época en donde la distancia entre los cuerpos reales se impone, el desafío es mantener la presencia y la voz puede presentificarse en un audio transfiriendo ternura, la voz produce una cercanía social en la distancia, da signos de una presencia para producir un encuentro, ese es el desafío que nos toca.

Decía entonces que la presencia de la voz se torna necesaria como prueba de presencia. Una colega me recordaba esta anécdota de Freud a propósito de la angustia infantil, la cual nos ilumina una de las funciones de la voz:

“Un varoncito de tres años a quien cierta vez oí rogar, desde la habitación donde lo habían encerrado a oscuras:

– «Tía, hablame; tengo miedo porque está muy oscuro».
– «¿Qué ganas con eso? De todos modos no puedes verme».
– «No importa, hay más luz cuando alguien habla».

Por tanto, no tenía miedo a la oscuridad sino por el hecho de que echaba de menos a una persona querida, y pudo prometer que se apaciguaba tan pronto como recibiera una prueba de su presencia” (Freud, S. Tres ensayos, Ed. Amorrortu, Tomo VII, p. 205).

Ante el oscuro temor que implica la posibilidad de perder a las personas queridas, ante la imposibilidad de acercarnos a éstas, resulta necesario un llamado a un Otro que con su lumínica voz nos apacigüe. Pero he aquí un nuevo descubrimiento, no se trata de la voz de cualquiera, sino de un otro en el que el sujeto se venía sosteniendo.

Al comienzo de la cuarentena comenzaron a circular muchísimos cuentos narrados, cuentos hermosos producto de nuestro acervo cultural. En ese intento por transferir ese cacho de cultura le quise hacer escuchar a una niñita de seis años varios cuentos, algunos que yo suponía que le iban a gustar y otros que ella ya conocía y que le encanta que le lea. La pequeña se negó a escuchar cada uno de los cuentos, a regañadientes aceptó escuchar alguno pero que luego de algunos minutos solicitó dejar de escuchar. Frente a mi pregunta: ¿cómo puede ser si este cuento te gusta, si soles pedirme que te lo lea? Ella respondió sabiamente: es que solo me gusta de voces conocidas. ¿Qué enseña la pequeña? Que las palabras y su musicalidad para que puedan conmover requieren de Otro no anónimo que con su voz soporte, andamie la cultura. Esto se torna una orientación de trabajo en particular en aquellos niños y niñas que aún no se han apropiado del sistema de lectoescritura. Enseña también que durante los primeros años la infancia está guiada, sostenida, acogida a partir del lenguaje hablado encarnado por los Otros primordiales (padres, madres, familiares, maestros). El acceso a la escritura indica cierta separación de ese Otro primordial que con su voz demanda, desea y ama.

Entonces, una orientación en este tiempo de sostén de los vínculos pedagógicos sobre todo en el primer ciclo será la utilización de diversos dispositivos que nos permitan seguir transfiriendo la cultura a través de la voz. Para ello fue necesario dejar de lado ciertos reparos para retomar ese vínculo que ya se estaba produciendo, ahora a través del whatsapp, las llamadas o los videos de youtube, cada cual con el soporte que le resulta más amable o menos invasivo.

Entre la repetición y la novedad, intentos de ligadura simbólica ante la presencia de la pulsión de muerte

Hace unas semanas en la diplomatura Psicoanálisis y Prácticas Socioeducativas tocaba publicar la última clase del Módulo 4 dedicado a “Los padecimientos de época. Entre la repetición y la novedad. Los sujetos entre los requerimientos subjetivos y las demandas no formuladas.” Al leer el título del módulo y en un intento de ligar eso que ya estaba (el programa, el cronograma, las clases y las orientaciones de trabajo que fuimos construyendo en esta diplomatura desde hace diez años) con esto que nos toca… me llevó a re-visitar algunas ideas acerca de la repetición y la diferencia.

Pensaba en dicho título, en este momento de la cursada (en donde los cursantes están escribiendo, dando sentidos a eso que les tocó y que fueron narrando en las escenas de sus malestares) y también en que en el transcurrir del módulo se desarrolló el avance de la pandemia de la COVID-19 a nivel mundial y a nivel nacional, con el consiguiente confinamiento y otras medidas tomadas desde el Estado para frenar su avance y proteger a la comunidad. Pensaba, al leer las experiencias de los colegas que, luego de un silencio, en las aulas se comenzó a escribir sobre los padecimientos de época, en particular aquellos que se desarrollan a partir de esta nueva contingencia. La escritura permitió detenerse a leer qué hay de repetición y qué de novedad en estos nuevos (y no tan nuevos) padecimientos.

Ambos sucesos (amenaza del virus sobre nuestros cuerpos y el de nuestros seres queridos, y confinamiento o aislamiento social obligatorio) nos devuelven a un padecimiento nuevo pero que a la vez nos resulta conocido. ¿Se tratará entonces, como el tema del módulo, del desafío de ubicar la repetición y la novedad en esto que nos toca? Pienso que eso es lo que están haciendo en el espacio de conversación. Una colega, por ejemplo, necesitó historizar las transformaciones de las políticas educativas para poder comprender eso que aparece en este momento actual y que podríamos nombrar como una compulsión a la virtualización de la educación (y de los vínculos) a como dé lugar, con la consiguiente necesidad de ubicar en alguien o algo la causa del padecimiento.

No es casual que Freud le haya dado otro estatuto a la repetición después de la segunda guerra mundial. Una repetición que se sitúa más allá del principio de placer, anudada a la pulsión de muerte. Más tarde, Lacan, quien en el Seminario 11 considera a la repetición como uno de los conceptos fundamentales del psicoanálisis, diferenció dos modos de la misma: una que insiste en un sentido significante, que realiza un trabajo de ligazón, y otra que la podemos encontrar en acto bajo la figura de lo real del trauma, que se presenta escapando a la representación, produciendo desligaduras.

Volví a las formulaciones de Freud y Lacan sobre la repetición y la novedad porque intento entender, junto con ustedes, cómo estamos atravesando esto que nos toca. Es mi esfuerzo
por ligar, significar, envolver eso que aparece aun como imposible de representar porque cada tanto el tiempo del trauma nos despierta del sueño y de las ficciones que supimos construir: “El tiempo del trauma no es el tiempo evanescente del sueño, sino el tiempo que se repite, igual a sí mismo, es un tiempo sin posibilidad de olvido. Es un tiempo sin posibilidad de duelo. En la repetición retorna lo que no ha sido simbólicamente elaborado” (Recalcati, M.: Meditaciones sobre la pulsión de muerte, en Alemán, J. Lo real de Freud, Madrid, Círculo de Bellas Artes, 2007, p. 77).

Y bien, la escritura permite cierta distancia de lo real, un recubrimiento simbólico, no todo y fallido, que permite compartir un tiempo de elaboración colectiva.

El más allá del sentido: la poesía

Mientras nos dedicábamos a la lectura y escritura nos llega una poesía narrada por la colega Alejandra Marroquin. La poesía vino a presentificar de otro modo la voz y la escritura, alertando de que si bien no se puede decirlo todo, hay algunas palabras que sanan.

Releyendo El Malestar en la Cultura re-encontré aquellas “clases de calmantes” que los seres hablantes nos servimos para afrontar los dolores, desengaños y tareas insolubles que nos torna la vida dolorosa. En primer lugar, ubica las “poderosas distracciones, que nos hagan valuar en poco nuestras miserias” (Freud, S. 1930, p75); en segundo lugar, señala a las satisfacciones sustitutivas que reducen nuestro malestar. Llamativamente ubica en la primera clase, como una “distracción”, a la actividad científica. Mientras que al arte y a la poseía le reserva el lugar de satisfacciones sustitutivas.

“Los poetas son unos aliados valiosísimos y su testimonio ha de estimarse en mucho, pues suelen saber de una multitud de cosas entre cielo y tierra con cuya existencia ni sueña nuestra sabiduría académica. Y en la ciencia del alma se han adelantado grandemente a nosotros, hombres vulgares, pues se nutren de fuentes que todavía no hemos abierto para la ciencia.” (Freud, S. 1907, El delirio y los sueños en la «Gradiva» de W. Tensen, Ed. Amorrortu, p. 7).

En tiempos donde lo real se hace presente es posible recurrir a aquellos elementos de la cultura que nos ofrezcan un lugar para habitarlo. La poesía, el juego y el humor (recuerden que Freud ubica la función del humor como el equivalente del juego en los niños) son lugares sagrados que nos puedan rescatar de la asfixiante presencia de lo real. Todos estos “calmantes” nos abren un nexo con la fantasía. Y “el nexo de la fantasía con el tiempo es harto sustantivo. (…) Vale decir, pasado, presente y futuro son como las cuentas de un collar engarzado por el deseo.” (Freud, El creador literario y el fantaseo,1907). Me pareció encantadora esa metáfora del deseo como ese hilo que engarza los tiempos -pasado, presente, futuro- a través de la fantasía.

Y bien, para que no se corte ese hilo es nuestra intención que podamos hallar y compartir alguno de estos dos tipos de “calmantes”. Y por eso, antes de callar y dejar lugar al silencio, tan necesario en este tiempo, comparto este poema de Alejandra Pizarnik, una joven poeta que nos susurra al oído La Palabra Que Sana:

“Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.“
(Alejandra Pizarnik, 2000, Ed. Lumen, p. 283)