Y un día el diario perdió su reinado en un mundo de pantallas

Opina Belén Igarzábal, directora del Área Comunicación y Cultura de FLACSO Argentina.
Por Osvaldo Aguirre.
Publicado en Rosario Plus, viernes 3 de marzo de 2017.
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¿Se sigue leyendo el diario en papel? ¿Está acaso condenado a morir en breve? ¿Cómo cambió la forma de producir información y de leer las noticias? ¿El futuro está solo en las pantallas? ¿Todo vale en la búsqueda de un material viral? Especialistas responden a estas y otras preguntas, en un intento por comprender el complejo escenario actual al que se enfrenta el periodismo.

La última encuesta de consumos culturales y entorno digital del Ministerio de Cultura de la Nación (2013-2014) identificó al diario como uno de los productos culturales más elegidos entre los argentinos: 3 de 4 personas lo leen al menos una vez por semana, sea en papel o en otro soporte. O lo leían: tres años parecen demasiado tiempo para la plena vigencia de una estadística, y de hecho una investigación en curso del Centro de Estudios sobre Medios y Sociedad en Argentina (Meso), aún sobre una muestra todavía exigua de casos, detectó que la mayoría de los jóvenes de entre 18 y 29 años accede a las noticias por medios digitales, por lo general a través de dispositivos móviles, como una práctica secundaria de su monitoreo de las redes sociales. Más allá de las mediciones, los especialistas coinciden en un diagnóstico: los modos de leer las noticias han cambiado a partir de la centralidad de las redes sociales, y con ellos también se modifican las formas de producir la información.

Pero si la descripción del fenómeno no provoca mayores dudas, el desarrollo parece signado por la incertidumbre. “Los medios están yendo detrás de la audiencia. Hay una búsqueda para ver cómo logran atraer público mientras el público va por otro lado. Están desconcertados los que hacen los medios y también estamos desconcertados quienes los analizamos”, dice Lila Luchessi, directora del Instituto de Investigación en Políticas públicas y Gobierno de la Universidad Nacional de Río Negro.

El periodista y crítico de cine Homero Alsina Thevenet recopilaba datos insólitos y notas de color que editaba bajo el título Una enciclopedia de datos inútiles. La frase podría aplicarse al actual tráfico de información en las redes sociales. “Hay una especie de erosión en el intento de los medios de establecer la agenda –agrega Luchessi-. La adecuación a lo que el público quiere no necesariamente sigue la información más relevante”.

Para Belén Igarzábal, directora de Comunicación y Cultura de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), “hay todavía una brecha entre lo que a la gente le interesa, las noticias más leídas, y lo que los medios quieren imponer. Eso está cambiando, no sé si para bien o para mal. Hay medios que producen notas a partir de las principales búsquedas de los usuarios en Google, que pueden seguir por Google Trends. No parece haber otras lecturas, otras formas”.

¿Cómo responden los medios? “Una parte se dedica a ir detrás de la audiencia –aclara Darío Gallo, editor jefe en Clarín-. Por supuesto, queremos tener más lectores, buscamos lectores más jóvenes, pero los medios tradicionales debemos cuidar mucho eso que se logró que es el lector fiel, el que viene a nuestro sitio porque sucedió un atentado en París, por ejemplo, o para leer una columna de opinión. Ese lector vale tal vez más que otros diez que llegan para leer una nota sobre Shakira desde México. Correr detrás de la audiencia por correr es un mal objetivo”.

Ahí va un periodista

La figura del periodista tiene muchas versiones en su historia. Algunas están en proceso de revisión, dice Igarzábal, como aquella del watchdog, el reportero como perro de presa de la noticia. “El oficio del periodista ha cambiado –puntualiza-. La circulación de información en las redes sociales lo vuelve más pasivo que activo en la investigación o en la búsqueda de las famosas dos campanas que nos enseñaron a todos cuando estudiamos periodismo”. Lejos de las representaciones míticas, los periodistas “construyen noticias a partir de fuentes de segunda y tercera mano, de trolls y communitys managers; no hay una diferencia sustancial entre lo que el periodista sabe y lo que sabe la audiencia, y a veces la audiencia tiene más información”, plantea Luchessi.

Las imágenes de lectores con el diario bajo el brazo, o del desayuno con el ejemplar impreso sobre la mesa, se desdibujan en las pantallas de los celulares, el principal modo de acceso a las lecturas actuales. “Cuando veo por la calle a alguien con un periódico ya no pienso «ahí va un lector» sino «ahí va un periodista»”, dice Manuel Jabois en su artículo titulado “El frío”.

Pero la nostalgia no rinde en términos económicos ni profesionales, y atrincherarse en la vieja redacción puede ser fatal. “El periodismo impreso tiene con los medios digitales los mismos prejuicios que tenía con la TV pero a la vez le resultan una fuente informativa imposible de obviar -destaca Luchessi-. Si quieren un textual de un ministro tienen que leerlo en Twitter. Los periodistas suponían que las redes las manejaban solamente ellos. Ahora las audiencias no necesitan comprar un diario para seguir una noticia”. Por si no queda claro: “La audiencia genera cambios en las formas de consumir. Aquellos que entienden por dónde va son medianamente exitosos y quienes no, se quedan con audiencias cada vez más chicas. Y además con problemas de financiamiento”.

Los diarios en papel tiraron la toalla en la competencia por las breaking news. “Tal vez el medio tradicional que esté en mejores condiciones para hacer frente a la instantaneidad sea la radio, porque lo ha hecho siempre y lo puede hacer con la menor cantidad de recursos”, conjetura Luchessi.

El campo de batalla

Hay un personaje en extinción en las redacciones argentinas: el consultor extranjero. “Antes venían consultores extranjeros para explicarnos qué había que hacer –recuerda Darío Gallo-. Hoy estamos enterados al instante de lo que pasa en todos los medios del mundo y tenemos una posibilidad de reacción rápida”. Lila Luchessi plantea una visión más crítica: “Los empresarios de medios no están muy dispuestos a invertir en una oferta diferenciada de contenido –afirma-. Parece más conveniente levantar videos de youtube que garantizan público, porque ya están chequeados, y si además reafirman lo que la audiencia quiere son mucho más noticiables”.

La muerte de Brian Aguinaco, el chico de 14 años asesinado por motochorros en el barrio porteño de Flores, es reveladora de otra cuestión para Luchessi. “En la discusión de microclima entre intelectuales, políticos y periodistas sobre si era políticamente correcto lo que decían los vecinos lo que se escapaba era no ya para dónde va la audiencia, sino la sociedad misma –señala-. Lo real es que la sociedad, en determinados lugares, tiene sistemáticamente determinadas carencias, valora la tranquilidad de la que carece, valoraría un servicio público de salud y educación del que carece desde siempre. Hay entonces una serie de sorpresas que se generan por la lejanía de los periodistas con el trabajo de campo. Creemos que estamos cerca de los fenómenos y en realidad estamos detrás de los escritorios. Hay una distancia con la sociedad real, con el hecho de salir a la calle. Es más fácil buscar un dato en Twitter que poner los pies en el terreno”.

Entre otros estudios, Luchessi escribió en coautoría Los que hacen la noticia, una exhaustiva indagación de las prácticas y las concepciones del periodismo. El libro se publicó en 2004, cuando el fenómeno de las redes sociales no existía. Hoy ese título solo puede plantearse entre signos de pregunta. “Las audiencias y las fuentes se comunican con quienes quieren contactarlas por cuestiones de consumo o de información de forma directa, sin necesidad de mediaciones –dice-. La pregunta es qué hace ahora el periodismo, para qué está”.

La educación digital

Las tecnologías no son aparatos sino cambios en las sensibilidades, según Jesús Martín Barbero, reconocido experto en medios de comunicación. “Para mí todo se basa en la identificación y en la búsqueda de emociones –apunta Igarzábal-. Lo que antes pasaba por el radioteatro, el cine o la televisión hoy pasa por las redes sociales. Todo el tiempo estamos consumiendo estas plataformas en la búsqueda de contacto con el otro”.

Si la noticia es ahora un texto en construcción permanente y las redacciones web funcionan las veinticuatro horas, Lila Luchessi recuerda que la rutina de las agencias de noticias “tampoco tenía cierre ni horarios definidos; en todo caso habrá que afinar la creatividad y ver si aparecen producciones con más datos e investigación y menos instantáneas”.

El sondeo del público es parte de la estrategia. En Clarín, dice Darío Gallo, la mesa de audiencias “trabaja con las estadísticas minuto a minuto para educar a la redacción en qué temas debe profundizar, cuáles son las notas que tienen mayor tiempo de lectura y cómo desarrollarlas: un conjunto de actividades cuyo objetivo es aumentar la audiencia que se quiere conquistar, sobre todo en los sectores nuevos que no nos leen habitualmente”.

Gallo descarta que el periodismo digital cierre el contrato de lectura del periodismo impreso, que vinculaba a los lectores con determinados diarios. “Tenemos identificado al público fiel porque el que quiere leer más de diez notas debe loguearse, por lo cual sabemos cuáles son las notas que le resultan de mayor interés –dice-. Habitualmente, eso es también trabajo de la mesa de audiencias, vemos cuáles son las notas más leídas en general en el sitio, pero también tenemos aparte las más leídas por el público fiel. Este público tiene muchas diferencias con el público general, por ejemplo lee mucho de política, de economía, de sociedad. El lector golondrina muestra una mayor inclinación por deportes y espectáculos y en su mayoría proviene de las redes sociales”.

Ya se sabe qué pasa si Mahoma no va a la montaña. “Hay que captar a los nuevos usuarios en las redes sociales, pero después hay que tener contenidos para que esos usuarios vuelvan al sitio y lo tomen como referencia –agrega Gallo-. No es un proceso rápido y además hay que desarrollar contenidos específicos para ese tipo de lector usuario. Los creadores de contenidos para chicos de 20 años, por ejemplo, tienen que estar más cerca de ese público de lo que estamos quienes ocupamos puestos jerárquicos de los medios”.

Según la Encuesta de consumos culturales y entorno digital, la mayor proporción de lectores de los diarios se encuentra entre los adultos de 30 a 49 años (80%) y las personas de nivel socioeconómico alto (88%). El registro señala además “una alta asociación entre el nivel socioeconómico y la lectura de diarios”, ya que “los porcentajes de lectura frecuente del diario no hacen sino disminuir conforme decrece el nivel socioeconómico”.

Esos datos pueden exigir una revisión, de acuerdo a la evaluación del Centro de Estudios sobre Medios y Sociedad en Argentina. Al volverse incidental, dicen los investigadores, el “consumo de noticias genera una pérdida de contexto y jerarquía del contenido periodístico en la experiencia del público”. La unidad del medio de comunicación se fragmenta en “retazos de historias y opiniones, inmersas en un mosaico gigantesco de información de todo tipo y toda procedencia”.

La producción de contenidos apunta entonces a retener la atención del público el mayor tiempo posible. “Las columnas de opinión y las notas que tienen mayor extensión de lo habitual, están dedicadas a lectores que conocemos –dice Gallo-. Los temas del espectáculo, el deporte, los videos que muchos llaman virales, pueden ir a la home pero sabemos que atraen a un público que no es el tradicional. Ante un evento deportivo, una tragedia o una decisión política, tenemos que responder rápidamente con una producción de notas que traten de entender el fenómeno y relatar ese hecho, para lo cual aprovechamos la avalancha de usuarios que se suele dar en esos momentos”. El ejemplo puede ser la renuncia de Alfonso Prat Gay. “En menos de dos horas debemos tener una cantidad de notas y testimonios que ayuden al lector a entender la situación. Al otro día se puede seguir el análisis en el papel contando lo que pasó pero el verdadero impacto se produce a las pocas horas que ocurrió el suceso. Aquellos usuarios que entraron al sitio y vieron el hecho es probable que al otro día pasen a otro tema de actualidad”.

Los números vuelven a ser reveladores. “Los nuevos usuarios son gente que no lee habitualmente el papel y consume las noticias como todo el mundo, a través de los celulares o las redes sociales -sigue Gallo-. Lo importante es cuánta gente va a la home. Muchos que estudian la web dicen que la home murió, que no hay que darle bolilla. Para nosotros es fundamental. Habitualmente el 50% de los usuarios que están en el sitio en algún momento del día están mirando la home”. Para mayores datos: “de lunes a viernes tenemos un tiempo de lectura promedio; los sábados y domingos baja un 30% la cantidad de gente que va a la web, pero aumenta la cantidad de tiempo que pasan en el sitio porque hay más material de reflexión y más análisis”.

Una pregunta, tres respuestas

¿Qué agrega la web en términos de calidad a la producción de noticias?

Belén Igarzábal: Primero, el acceso a la fuente directa, poder escribir por ejemplo un mensaje a un político, a un famoso y lograr que esa persona conteste, tener acceso directo a la voz de las personas que tuitean, es un beneficio en este intercambio de información. Hoy las redes sociales permiten cierta horizontalidad que antes no existía. En segundo lugar, todos podemos ser un medio. Ese es el cambio más radical de esta conversión digital. Todos podemos tener voz. Por supuesto, de ahí a que te escuchen es otra cosa. Todavía lo masivo se logra cuando los medios captan e introducen esas informaciones en el circuito de la masividad. De todas formas tenemos muchos fenómenos que empiezan a partir de un individuo o una organización que publica algo o hace una denuncia que no son atravesadas por medios tradicionales sino por las redes y medios alternativos y que generan cambios reales.

Lila Luchessi: ¿Con qué parámetros medimos la calidad? Siempre aprecio el dato, me parece más interesante saber quién, cómo, dónde, cuándo. Volver a que el periodismo tenga por cada línea un dato y por cada párrafo una idea estaría bien en términos cualitativos, ahora tiene quince adjetivos por oración y ningún dato. No sé si vamos a seguir hablando de periodismo, porque la periodicidad es un problema con los medios digitales. Si todo es instantáneo no hay periodización.

Darío Gallo: Depende de cada medio. Lo digital hace que rápidamente tengamos acceso a la información. Si querés entretenimiento, si querés el estilo de redes sociales, eso no lo puede hacer un medio tradicional pero siempre hay un sector de la población que necesita ir a un medio que le parezca confiable. Para nosotros es una gran oportunidad y eso solo lo dan los cambios en lo digital. Tenemos que aprovechar lo instantáneo de lo digital para lograr la calidad de siempre. Es muy fácil en la web darse cuenta rápidamente de lo que funciona y lo que no. La ventaja de los resultados on line es que podés ir haciendo variaciones. Uno puede definir la estrategia pero la táctica puede  cambiar, porque también cambia el entorno, hay que verlo desde el desarrollo mismo de la acción.

Noticias y verdad

En “La postverdad”, un artículo sobre la difusión de noticias falsas, Pablo Boczkowski apunta tres tendencias simultáneas en la recepción de medios relacionadas con la difusión de fakes: “la infraestructura de información actual, donde las barreras de acceso para hacerse escuchar son mucho más bajas que en el pasado y el alcance es potencialmente mucho más amplio”; la mayor dificultad para detectar información tendenciosa en las redes; “la crisis cultural en el conocimiento que afecta no solamente al periodismo, sino también a otras instituciones clave de la vida moderna como la ciencia, la medicina y la educación”.

El modo en que se legitiman las noticias también cambia. “En las redes, en la web, seguimos a gente que nos parece confiable y tomamos como referente. Puede tratarse de un periodista o un medio, más allá de que sea en la web o en su twitter”, dice Belén Igarzábal. Así, “por ejemplo, si yo sigo los temas de violencia de género, no voy a legitimar una noticia en la televisión sino voy a ver qué dicen Eleonor Faure o Mariana Carbajal en facebook, voy a ir al periódico o periodista de referencia más allá de que sea digital o en papel”.

Leer el diario nunca fue una acción pasiva. “Pero hoy también podemos ser activos en la producción de información –destaca Igarzábal-. Tenemos mayor posibilidad de acción y de publicación. Los amigos, los referentes, la educación, hay un montón de factores que hacen a la socialización de las personas, además de los medios. Ahora, como todos podemos ser productores de información, los medios también siguen esta tendencia. En este sentido la veracidad de las noticias está más en el video de una persona común que en el registro de un periodista”.

Igarzábal lee los diarios en papel, en el celular, en la computadora. La ocasión hace al lector, y la época a las formas de la edición. “Antes podíamos tener una nota con cinco fotografías, hoy nos concentramos más en el texto porque las imágenes las vimos por todos lados –destaca Gallo-. Es volver un poco a lo fundamental del periódico, darle un nuevo valor al texto escrito”.

El diario en papel, como el libro, “persistirá por un lapso bastante largo”, dice Luchessi. Pero ya perdió su centralidad: “Un medio es un diario impreso más un canal de televisión, más un diario on line, más Twitter, más Facebook. Una plataforma múltiple para todos los gustos”, dice Igarzábal. Ese proceso tiene un soporte privilegiado: “Todo está pasando por el celular, ahí está la carrera por captar el ocio de la gente. El zapping de antes ahora transcurre entre las pantallas del móvil. Cada vez consumimos más tiempo de plataformas”. Un tiempo sin interrupciones, en un mundo iluminado por las pantallas.


Como el Espíritu Santo

“Si algo ocurrió de inexacto en los últimos años fue pensar que se podía homologar el poder de una empresa con el poder del Estado, un error político que solo se sostuvo en términos dogmáticos y sin fundamentación técnica en ciertos ambientes intelectuales y periodísticos. Para sostener que Clarín miente uno tendría que hacer un estudio de las veces en que miente, si es que miente. Es tan maniqueo pensar que la ciudadanía que vota determinados candidatos lo hace alineada con un medio específico como que la pauta oficial hace que los medios cambien de línea editorial y eso lleva a la ciudadanía a votar a los que están en el poder. En términos concretos son afirmaciones equiparables a la existencia del Espíritu Santo” (Lila Luchessi).


Un parámetro

Los números no son de Argentina, pero pueden indicar un parámetro. Según el registro de 2016 de la  Asociación de Editores de Diarios Españoles (Aede), desde 2001 a la fecha los diarios nacionales y regionales de España facturan un 38,8% menos por vía publicitaria y por la venta de ejemplares y sus beneficios netos cayeron un 82% hasta diciembre de 2015. A la vez, los gastos operativos (sueldos, impresión y distribución) tuvieron un ajuste del 34% con respecto a principios de siglo y del 45% con relación a 2007. Desde 2009, año en el que la Aede empezó a censar el número de puntos de venta existentes en toda España, han desaparecido 3.722 quioscos (un 14%).